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Montaña de la Flor, eterno refugio de nuestros ancestros

El escondido cerro es un lugar estratégico, a manera de escudo natural, para que los tolupanes conserven intacta su herencia étnica.

06.01.2013

El rostro aguileño, esos ojos negros, oblicuos y separados, subordinados a unas cejas pobladas, y su mediana estatura son inconfundibles.

Ellos son los tolupanes de la Montaña de la Flor, quienes arrastran su herencia indígena desde las entrañas de su sangre hasta la superficie oscura y curtida de su piel.

Pese a que asentarse en los ocultos cerros del norte de Francisco Morazán los marginó, también les ha permitido perpetuar sus costumbres, su lengua y conservar sus rasgos físicos.

Distribuidos en tres tribus en la Montaña de la Flor, la historia los retrata como un pueblo sufrido que padeció de un modo especial las primeras etapas de la conquista española. La persecución que se desató contra ellos durante la colonización los obligó a refugiarse en las selvas y montañas de la región centro-norte del país, manteniéndose dispersos y alejados del resto de la sociedad, esto ocasionó que los tolupanes se convirtieran en casi nómadas y no lograran desarrollar una arquitectura propia. A través del tiempo han tenido que adaptarse a lo que las circunstancias les han presentado.

Datos recabados por historiadores y antropólogos revelan que en un principio vivieron a la orilla del mar, cerca de ríos, más tarde huyeron tierra adentro y, por último, emigraron a las montañas.

Y es ahí donde en más de una ocasión los ha encontrado EL HERALDO, que a lo largo de los años ha mostrado al mundo cómo viven y cuáles son sus necesidades.

La lengua tol se encuentra en estado de supervivencia; la hablan de forma aislada solo una porción de las personas adultas, solo en cuatro de las 28 tribus.

La vestimenta que usan la obtienen a través del comercio con los ladinos y solo en la Montaña de la Flor se encuentran tolupanes que aún usan su traje tradicional, llamado balandrán.

La religión se ejerce muy poco entre ellos, quizá porque lo han olvidado por falta de práctica o simplemente es el resultado de 500 años de sometimiento. Solo en la Montaña de la Flor sobreviven algunas de las creencias ancestrales.

La economía tolupán vive un largo proceso de transición entre lo tradicional y lo moderno.

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