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Heber Sorto, elogio a la vida

Un poeta que con una fuerza sutil convoca la dignidad, la lucha y la justicia en la vida cotidiana.

22.09.2013

Hablar de la poesía de Heber Sorto es recurrir al abrazo con el otro y con la creación misma.

Cuando Heber Sorto define la cotidianeidad tiene tres elementos a su favor: el primero es que al indagarla, su voz tiene como amalgama una tentación: la búsqueda en lo popular, sin dejar el tono íntimo del poeta que desde un estado de vigilia ve el transcurrir; de ahí surge su poesía escrita a manera de comunión desde la multitud y para la multitud.

El segundo elemento es la propiedad de los instantes en que esta poesía se detiene: las tardes de la gente, fotografías, costumbres que por burdas son aleccionadoras, la política llevada hasta la caricatura, una visión de país truncado donde sus habitantes profesan el ejercicio de la ignorancia ya sea por disimulo o por impotencia.

El tercer elemento que abre el universo de esta poética reveladora es que esa búsqueda de afirmación del hombre y de verificación de sus actos se vuelve en el texto no una recreación, sino un boceto de la interrogante, en cierto modo es la sorpresa creativa de la poesía que nuevamente sale a nombrar cada cosa aunque el uso y la norma hayan querido etiquetarla.

Ante la cosificación del mundo cotidiano, la poesía de Heber Sorto reacciona, evoca, cuestiona y critica hasta enseñarle al hombre que no es un sonámbulo entre sus días y que la realidad puede ser transformada desde sus esfuerzos y lucha contra la alienación y que debe estar alerta a ese relato mayor de la cotidianeidad: la historia. Es así que la poesía destruye esa configuración del lenguaje o del discurso artificial que el poder implanta queriendo borrar la vitalidad humana y su impulso por dignificar su existencia.

CANTO NUESTRO

Dejemos para otros los volcanes de sabiduría,

nosotros somos distintos,

una paciencia nos asiste.

La vida la entendemos simplemente.

La lluvia tardía y los frutos que caen

en el solar ajeno

sabemos que no son nuestros.

Vivimos rodeados de incontables espejismos

pero conocemos dónde encontrarnos

aferrados a la realidad.

No somos aves que sacan ojos en vez de peces,

no somos los frutos oscuros de esta tierra,

entre nosotros está el amor,

nada puede perdernos,

nada.

MADRE PATRIA

Cuesta tanto describirte madre patria,

tus faces son como luces dibujadas en la arena,

es más honda la mirada cuando espera

la florescencia de tu pesada rosa,

y es más hondo el navajazo cuando llega

a los niveles más claros

del corazón de tus hombres.

Los que hacen los salmos y los himnos

pueden acudir a cualquier itinerario,

yo no, tú no me diste el elogio de nombrarte con las mejores palabras:

me diste frutas recién cortadas

y con ellas larvas incipientes,

me diste letras que en el fondo

de la bonita expresión se borran,

en la confusión me levantaste,

no, yo no podría negar tus vestiduras

por un manojo de tributos.

Áspera o como seas, así te amo,

así regreso a tu estatuto de madre abandonada,

despacio para no molestarte

y para estar frente a las puertas del ocaso

golpeando el horizonte de tu nombre.

AUTOPSIA

He cruzado esta calle

con la ilusión de llegar a otro mundo,

por lo que digo:

aquí no hay nada,

no existe nada:

El paisaje se hace camino en las alturas,

el horizonte regresa a su lejanía,

la fábula es lo que he vivido

y el lado roto de la vida, lo que crece.

LA VENTANA

Nunca pensé en sacar el rostro a la calle;

una lluvia desafiante como un árbol

cerró las ventanas dentro de mis ojos,

el presente, entonces, era solo un chorro de palabras

que goteaba de la fuente de mi mano.

Siempre amé las ventanas aunque nunca

tuve una para compartirla,

pero alguien me habló, que a ratos el paisaje se mira

a través de paredes o de lágrimas,

que el horizonte llora de espaldas como el océano,

que los niños golpean el río para deshacer las tormentas,

que hay que cruzar muchas calles para llegar a otros ojos,

que el silencio se hace de borrones,

que el espejo de pronto se abre y nos traga, pero yo siempre abrí la ventana que no tuve

y tengo árboles y calles y lunas

y también tengo aquello que siempre quise encontrar;

la ciudad que no conozco, donde recojo mis pedazos.

SOBRE LA POESÍA

No podemos esperar naranjos de un árbol de acacia,

ni siquiera su mismo fruto;

El efecto de su fruto es visual y necesario al hombre.

Es imprescindible una acacia

en una ciudad para que aquella cumpla su vocación.

Una acacia no es un acto reaccionario

ni revolucionario, es natural y favorece al hombre.

No hay maleza que la aniquile;

si se seca, es descuido de quien la cultiva. De hecho, la poesía es una acacia.

ESPEJO DE LA ROSA

En vano tendemos las redes

contra los ojos del cuervo,

sin embargo

el mismo a su sangre pone acecho

y tiende lazos a todas sus pertenencias.

Son los últimos días del verano,

todo mundo se queja y se desgasta a su manera,

los retratos se vuelven desatentos,

pero también insisten

a la hora de las deducciones

entonces,

algo de nosotros sale y exclama:

en una nación ociosa

la depresión es reina y ahoga,

el amor no cubre todas las faltas,

la mínima herida es mortal,

no hay remedio para las quebraduras hechas,

pero los hombres que conservan

el paladar del agua,

los que son como la lluvia que golpea y golpea

desde el espejo de su propia existencia,

aún comprenden el espejo de la rosa.

HISTORIA

No derribé el único árbol del mundo

para poner el sol en tus ojos. Primero

hice figuras con las sombras de mis manos

imitando el pájaro de madera exhibido

en la sala. Fue después que cultivé la poesía,

sin entresueños ni asombros. La poesía

debe ser como la flor de los jardines

públicos. Antes la miraba en el horizonte,

hundida, calumniada, separada de mí y de los barcos

de papel que los niños ponen en las aguas

de la calle. Pero hoy un pájaro se detiene

en todas mis esquinas y la niña tímida

en un laberinto de espejos, sonríe.

Bienaventurada sea la poesía.