Hablar de la poesía de Heber Sorto es recurrir al abrazo con el otro y con la creación misma.
Cuando Heber Sorto define la cotidianeidad tiene tres elementos a su favor: el primero es que al indagarla, su voz tiene como amalgama una tentación: la búsqueda en lo popular, sin dejar el tono íntimo del poeta que desde un estado de vigilia ve el transcurrir; de ahí surge su poesía escrita a manera de comunión desde la multitud y para la multitud.
El segundo elemento es la propiedad de los instantes en que esta poesía se detiene: las tardes de la gente, fotografías, costumbres que por burdas son aleccionadoras, la política llevada hasta la caricatura, una visión de país truncado donde sus habitantes profesan el ejercicio de la ignorancia ya sea por disimulo o por impotencia.
El tercer elemento que abre el universo de esta poética reveladora es que esa búsqueda de afirmación del hombre y de verificación de sus actos se vuelve en el texto no una recreación, sino un boceto de la interrogante, en cierto modo es la sorpresa creativa de la poesía que nuevamente sale a nombrar cada cosa aunque el uso y la norma hayan querido etiquetarla.
Ante la cosificación del mundo cotidiano, la poesía de Heber Sorto reacciona, evoca, cuestiona y critica hasta enseñarle al hombre que no es un sonámbulo entre sus días y que la realidad puede ser transformada desde sus esfuerzos y lucha contra la alienación y que debe estar alerta a ese relato mayor de la cotidianeidad: la historia. Es así que la poesía destruye esa configuración del lenguaje o del discurso artificial que el poder implanta queriendo borrar la vitalidad humana y su impulso por dignificar su existencia.
CANTO NUESTRO
Dejemos para otros los volcanes de sabiduría,
nosotros somos distintos,
una paciencia nos asiste.
La vida la entendemos simplemente.
La lluvia tardía y los frutos que caen
en el solar ajeno
sabemos que no son nuestros.
Vivimos rodeados de incontables espejismos
pero conocemos dónde encontrarnos
aferrados a la realidad.
No somos aves que sacan ojos en vez de peces,
no somos los frutos oscuros de esta tierra,
entre nosotros está el amor,
nada puede perdernos,
nada.
MADRE PATRIA
Cuesta tanto describirte madre patria,
tus faces son como luces dibujadas en la arena,
es más honda la mirada cuando espera
la florescencia de tu pesada rosa,
y es más hondo el navajazo cuando llega
a los niveles más claros
del corazón de tus hombres.
Los que hacen los salmos y los himnos
pueden acudir a cualquier itinerario,
yo no, tú no me diste el elogio de nombrarte con las mejores palabras:
me diste frutas recién cortadas
y con ellas larvas incipientes,
me diste letras que en el fondo
de la bonita expresión se borran,
en la confusión me levantaste,
no, yo no podría negar tus vestiduras
por un manojo de tributos.
Áspera o como seas, así te amo,
así regreso a tu estatuto de madre abandonada,
despacio para no molestarte
y para estar frente a las puertas del ocaso
golpeando el horizonte de tu nombre.
AUTOPSIA
He cruzado esta calle
con la ilusión de llegar a otro mundo,
por lo que digo:
aquí no hay nada,
no existe nada:
El paisaje se hace camino en las alturas,
el horizonte regresa a su lejanía,
la fábula es lo que he vivido
y el lado roto de la vida, lo que crece.
LA VENTANA
Nunca pensé en sacar el rostro a la calle;
una lluvia desafiante como un árbol
cerró las ventanas dentro de mis ojos,
el presente, entonces, era solo un chorro de palabras
que goteaba de la fuente de mi mano.
Siempre amé las ventanas aunque nunca
tuve una para compartirla,
pero alguien me habló, que a ratos el paisaje se mira
a través de paredes o de lágrimas,
que el horizonte llora de espaldas como el océano,
que los niños golpean el río para deshacer las tormentas,
que hay que cruzar muchas calles para llegar a otros ojos,
que el silencio se hace de borrones,
que el espejo de pronto se abre y nos traga, pero yo siempre abrí la ventana que no tuve
y tengo árboles y calles y lunas
y también tengo aquello que siempre quise encontrar;
la ciudad que no conozco, donde recojo mis pedazos.
SOBRE LA POESÍA
No podemos esperar naranjos de un árbol de acacia,
ni siquiera su mismo fruto;
El efecto de su fruto es visual y necesario al hombre.
Es imprescindible una acacia
en una ciudad para que aquella cumpla su vocación.
Una acacia no es un acto reaccionario
ni revolucionario, es natural y favorece al hombre.
No hay maleza que la aniquile;
si se seca, es descuido de quien la cultiva. De hecho, la poesía es una acacia.
ESPEJO DE LA ROSA
En vano tendemos las redes
contra los ojos del cuervo,
sin embargo
el mismo a su sangre pone acecho
y tiende lazos a todas sus pertenencias.
Son los últimos días del verano,
todo mundo se queja y se desgasta a su manera,
los retratos se vuelven desatentos,
pero también insisten
a la hora de las deducciones
entonces,
algo de nosotros sale y exclama:
en una nación ociosa
la depresión es reina y ahoga,
el amor no cubre todas las faltas,
la mínima herida es mortal,
no hay remedio para las quebraduras hechas,
pero los hombres que conservan
el paladar del agua,
los que son como la lluvia que golpea y golpea
desde el espejo de su propia existencia,
aún comprenden el espejo de la rosa.
HISTORIA
No derribé el único árbol del mundo
para poner el sol en tus ojos. Primero
hice figuras con las sombras de mis manos
imitando el pájaro de madera exhibido
en la sala. Fue después que cultivé la poesía,
sin entresueños ni asombros. La poesía
debe ser como la flor de los jardines
públicos. Antes la miraba en el horizonte,
hundida, calumniada, separada de mí y de los barcos
de papel que los niños ponen en las aguas
de la calle. Pero hoy un pájaro se detiene
en todas mis esquinas y la niña tímida
en un laberinto de espejos, sonríe.
Bienaventurada sea la poesía.