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Amar demasiado

Todo en la vida tiene que manejarse con moderación hasta el amor tiene que tener su límite

01.12.2011

Frases como “lo es todo para mí” o “no puedo vivir sin él” delatan una dependencia excesiva que evoca lo que se siente en la pasión amorosa.

Encontrar el equilibrio entre nuestro deseo de libertad y nuestra dependencia afectiva es una tarea compleja. ¿Podemos amar sin sentirnos atados? ¿Debemos tener miedo a amar demasiado? Son dos preguntas que se pueden venir en tu mente luego de meditar un poco tu situación.

Pero déjennos decirles algo, es habitual que el temor aparezca cuando a la palabra amor se le añade la sensación de exceso.

Hay formas de amor que abrasan, torturan y se revelan como destructoras. La fascinación por la pareja oculta un estado de necesidad y una sensación de impotencia extrema cuando el otro no está; entonces un maremoto interno invade el psiquismo y arrastra a la depresión, que solo se calma con la presencia deseada.

¿Cuál es tu amor?

Cuando la dependencia amorosa es excesiva, el amado adquiere la cualidad de una droga, se necesita porque tranquiliza. Y como todas las adicciones, la razón hay que buscarla en la infancia. Inés llevaba años enamorada. Había sentido verdadera pasión por él, pero ahora se sentía estafada porque él no había sabido valorar lo que tenían y cayó en una depresión que la llevó a psicoterapia. Allí comprendió que la dedicación plena que había brindado a su pareja le había servido para cubrir el vacío afectivo que había sentido por su madre.

Un vacío organizado a partir de varias separaciones que, por razones familiares, muchas veces los niños les toca sufrir cuando son pequeños. El temor a ser abandonados permanece en ellos, “Muchas veces constituyen una base en todas las relaciones ya de grande. Su deseo de fundirse con el otro era intenso y peligroso. Por un lado se sienten protegidos, pero por otro quedan anulados, las relaciones mejoran pero depende de la comunicación”, dice la psicóloga Nancy Banegas.

Primeros años de vida

Lo que vivimos de niños se actualiza en las relaciones amorosas adultas. Los padres se equivocan cuando amenazan a los niños con retirarles su amor o dejan de hablarles si cometen una falta, porque así los pequeños interpretan que con cada error se juegan el amor de los padres. El miedo a perder el amor de los que amamos remite a los primeros años de nuestra vida.

Como resultado, podemos ver a adultos que reprimen sus propios sentimientos agresivos por la fantasía de perder a su pareja o que se humillan porque no se quieren volver a vivir la sensación de abandono sufrida en el pasado. La forma en que elaboramos la relación con nuestros padres tiene un papel fundamental en la construcción de las de pareja porque ellos son nuestros primeros amores, el modelo que puede influir en los lazos futuros. Más adelante, se puede trasladar al otro una demanda de amor fusional que pone en peligro nuestra identidad adulta y se puede tener miedo a amar. Esto sucede cuando se ha tenido una educación emocional que no ha preparado a la persona para enfrentarse a los imprevistos.

La relación puede percibirse como una manera de reparar aquello que no se ha podido elaborar. ¿Cómo no pensar que sin él o ella nos hundiríamos? El cónyuge se convierte así en la persona que debe tapar todas las brechas, el único valor fuerte en la vida de alguien que cree amar demasiado. En ocasiones, el otro miembro de la pareja tiene la impresión de vivir con un enfermo.

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“La familia y el desarrollo del individuo” autor: Donald W. Winnicott Editorial: HORM

Este libro proporciona ideas acerca del desarrollo psicológico de los niños en relación a su familia. Con la claridad que le caracteriza, el dr. Winnicott, pediatra y psicoanalista, escribe sobre temas de enorme interés para los padres, educadores, trabajadores sociales, pediatras y obstetras, entre otros.

Entre estos asuntos se encuentran: el primer año de vida, conceptos sobre el desarrollo emocional, factores de integración y desintegración en la vida familiar, contribuciones del psicoanálisis a la obstetricia, y la influencia que las enfermedades mentales de los padres ejercen sobre los niños y problemas escolares.

Las claves:

1. El que ama demasiado se puede convertir en un vampiro emocional, es decir, desea todo el caudal afectivo del otro para aliviar así un inmenso vacío propio. Para esta persona, la pareja no cuenta tanto como persona, sino como un objeto necesario para paliar su angustia. La víctima de este juego se deja saquear porque cree que es indispensable para la vida del otro.

2. Su necesidad de la pareja se parece a la relación con una sustancia adictiva. Así, acaba pidiendo al otro que renuncie a su vida privada, demanda que acaba agobiando al otro.
3. También puede subordinar sus intereses a los del cónyuge, con el fin de no separarse de él y obtener así lo que persigue. Pero sus relaciones no llenan el vacío emocional que sienten.

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