El que estudia filosofía y compara distintas civilizaciones puede ir deduciendo que la educación en valores es el camino más lógico hacia la transformación y perduración de los pueblos. Cuando nos encontramos que en la antigüedad lograban poner en práctica los arquetipos del Honor, la justicia, el valor y la generosidad se despierta en el amante de la sabiduría el deseo por revivir esos valores.
A continuación un breve relato de la filosofía samurái y como influyeron en la mística de ese país del sol naciente.
¿Quiénes son los samuráis?
Legendarios guerreros japoneses inmortalizados a través de mitos, leyendas y más recientemente a través del cine, el teatro y la literatura, constituyeron el alma del Japón durante más de mil años, y a pesar de su abolición a mediados del siglo XIX, su espíritu ha perdurado hasta el presente.
En el Japón feudal, la palabra “samurái” designó a una clase de guerreros especialmente entrenados en las prácticas de las artes marciales, que se hallaban vinculados a un señor de la corte imperial como su guardián personal, función que se reflejaba de manera clara en la etimología, pues el término primitivo fue saburái (de sabuna, “estar al lado”), de donde derivó samurái, que literalmente significa “guardia”. Con el tiempo se aplicó esta denominación a todos los militares (bushi) de cierto rango que pertenecían a familias guerreras (buke).
La clase de los bushi, cuyas técnicas se transmitían de padres a hijos y de maestros a discípulos, se desarrolló principalmente en las provincias del norte del Japón, donde los señores feudales (daimyos) tenían necesidad de defenderse. Uno de estos señores feudales fue TokugawaIeyasu, quien gobernaba la parte oriental de Japón desde su castillo en Edo (actual Tokio), se alzó con la supremacía al derrotar al resto de los daimios en la batalla de Sekigahara en 1600 y tres años después adoptó el título de Shogun.
Fue durante esta época cuando la figura de estos guerreros aristócratas experimentó su mayor auge, porque tras las terribles guerras domésticas que habían azotado el país se hizo necesario vigilar estrechamente la paz, labor que tenían encomendada los samuráis.
Bushido. ¿Cómo eran los samuráis? ¿Cómo pensaban, sentían y actuaban? ¿Qué educación recibían? La respuesta hay que buscarla en el bushido.
El término bushido significa literalmente “vía del guerrero”. Era el código de honor y ético que debían practicar los guerreros y nobles samuráis.
Desarrollaron en plena época feudal, entre los períodos Heian y Tokugawa (en torno al siglo XIX de la era cristiana), se basaba en los principios éticos de lealtad, sacrificio, justicia, valor, modestia y honor.
Las fuentes del bushido fueron las doctrinas del shintoismo, budismo, confucianismo y una escuela de pensamiento, el zen.
El budismo aportó al bushido el sentido de confianza en el destino, la sumisión tranquila a lo inevitable, la sangre fría, la serenidad ante el peligro o la desgracia, y a no temer a la muerte. El zen representa el esfuerzo humano de alcanzar por la meditación un estado superior de conciencia que lleve a contemplar la unidad de la vida. El shintoismo dio al bushido la lealtad hacia el soberano, la veneración a la memoria de los antepasados, la piedad filial y el amor a la patria. Por último, el confucianismo marcó los cinco tipos de relaciones con el mundo de los hombres, el entorno y la familia: entre señor y sirviente, padre e hijo, marido y esposa, hermano mayor y hermano menor y amigo y amigo.
Para los samuráis, los que solo se dedicaban a leer y no practicaban y vivían las enseñanzas de los maestros eran llamados “tontos oliendo a libro viejo”. La ciencia no llega a ser tal hasta que el espíritu la ha asimilado y se manifiesta en su forma de ser y en su carácter. El saber solo era considerado real cuando era puesto en práctica la vida. Como repetía siempre Wan Yang Ming: “Saber y obrar son la misma cosa”.
El bushido se sustenta especialmente sobre dos principios básicos: el primero es que todo samurái debe siempre tener presente en su vida la idea de la muerte, pues la existencia humana, y muy especialmente la del guerrero, es del todo impermanente. Por eso se escogió a la frágil y efímera flor de cerezo como el símbolo de la vida del samurái. Esto le confiere un enorme poder, pues un hombre sin miedo a morir es casi invencible.
Además, un samurái elegirá morir antes que ver su nombre desacreditado (la muerte no es eterna, el deshonor sí), lo cual podía ocurrir si era tachado de cobarde o si transgredía algunas de las normas del bushido. La única forma de recuperar el honor perdido para el infractor era recurrir al harakiri o suicidio ritual. El segundo principio es de lealtad y la fidelidad más estrictas a las disposiciones de los gobernantes del país, los daimios, pero sobre todo a los del emperador.
Las virtudes que debían poseer los samuráis son: el sentido de la justicia y de la honestidad, el valor y el desprecio a la muerte, la simpatía hacia todos, la educación y el respeto a la etiqueta, la sinceridad y el respeto de la palabra dada, la lealtad absoluta hacia los superiores y, finalmente, la defensa del honor del nombre y del clan, lo que se resumía en: deber (giri), resolución (shiki), generosidad (ansha), firmeza del alma (fudo), magnanimidad (doryo) y humanidad (niño). Todos estos factores hacían del bushido un código muy simple en apariencia. Sin embargo, estos valores atemporales alimentaron a toda una nación a través de los siglos.
Un samurái debería ser justo y considerado y no cometer ningún abuso de poder, como excederse en el cobro de los impuestos o en los castigos. Era importante diferenciar entre justo e injusto, ya que la tendencia natural del hombre es seguir el segundo camino. El bushido establecía que en tiempos de paz, los samuráis debían poner su fuerza al servicio de los más débiles y su sabiduría debía actuar como maestra de los ignorantes.
Es importante recordar el alma de los pueblos, en su parte más pura se encuentran las claves del arte de vivir. Intentemos vivir los valores del honor, la valentía, la lealtad, y la justicia, y tal vez seamos más felices y en el camino ayudemos a construir un mejor país.