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La escuela cínica y Diógenes

El filósofo griego, discípulo más destacado de Antístenes, llevó al extremo la doctrina cínica abandonando todo convencionalismo humano para vivir de la manera más natural posible.

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08.04.2012

En la actualidad utilizamos la palabra cínico para describir la falta de sensibilidad el descaro
y la grosería. Sin embargo, la palabra viaja desde la antigua Grecia donde era acuñada también para una de sus famosas escuelas de filosofía: la cínica.

El fundador de esta escuela fue Antístenes de Atenas, que había sido discípulo de Sócrates y Gorgias para terminar enseñando su doctrina en la “Plaza del Perro Ágil”(en el Gimnasio Cinosargos).

El nombre de los cínicos hacía referencia a la vida de los perros, lo que estos filósofos tomaban como orgullo, por la naturalidad y sencillez de la vida de este animal.

De las obras de Antístenes no nos ha llegado casi nada, pero se sabe de un libro “Sobre la naturaleza de los animales”, donde se plantean ejemplos para los humanos extraídos del comportamiento animal. También se sabe compuso obras sobre personajes homéricos y míticos, resaltando excepcionalmente el valor de Heracles.

LA BASE DE LA DOCTRINA. El desarrollo general de la doctrina cínica, se basa en un criterio de la negación, desde negar las ideas generales hasta lo que los hombres comunes consideran bienes. Salvo la virtud, nada tiene valor, pues todos los otros “bienes” no son más que necesidades que atan al hombre al mundo. La suficiencia se logra renunciando al mundo y promoviendo la virtud individual.

Aunque positiva desde el ángulo, de la virtud como purificadora y liberadora, esa doctrina trajo consigo la consecuencia del desprecio de toda forma de vida en sociedad por considerarla vinculante. El bien del hombre consiste en vivir en sociedad consigo mismo; nace de la negación de la familia, del Estado, de los esquemas sociales en general, y surge la idea del cosmopolitismo: el hombre que es natural de todo el mundo sin echar raíces en ninguna parte.

DIÓGENES DE SINOPE.
Filósofo griego. Fue el discípulo más destacado de Antístenes. Para él, la virtud era el soberano bien. Rechazaba toda convención, la ciencia, los honores y la riqueza. Llevo al extremo la doctrina cínica abandonando todo convencionalismo humano para vivir de la manera más natural posible.

Llamado por Platón “Sócrates delirante”, iba siempre descalzo, vestía una capa y vivía en un tonel. Objeto de burla y, a la vez, de respeto para los atenienses, para Epícteto fue modelo de sabiduría. Lastimosamente, no nos ha quedado ninguno de sus escritos.
Son numerosos los relatos anecdóticos sobre este personaje, si bien la leyenda se ha sobrealimentado con él, exagerando situaciones. Los cierto es que su burda capa y su alforja para llevar comida se convirtieron en símbolo de los cínicos.

LOS RELATOS MÁS CONOCIDOS. Cuando Diógenes llegó a Atenas, quiso ser discípulo de Antístenes, pero fue rechazado, ya que este no admitía discípulos. Ante su insistencia, Antístenes le amenazó con su bastón, pero Diógenes le dijo: “no hay un bastón lo bastante duro para que me aparte de ti, mientras piense que tengas algo que decir”.

Cuando fue puesto a la venta como esclavo, le preguntaron qué era lo que sabía hacer, contestó: “mandar, comprueba si alguien quiere comprar un amo”.

Se decía que Diógenes iba por la calle en pleno día, con la lámpara encendida, diciendo “Busco un hombre”. Y así se refería a que en realidad ninguno nos comportamos enteramente como seres humanos.

En otra ocasión le preguntaron por qué la gente daba limosna a los pobres y no a los filósofos, a lo que respondió: “porque piensan que pueden llegar a ser pobres, pero nunca a ser filósofos”.

Diógenes, el filósofo griego se encontró con Alejandro Magno cuando este se dirigía a la India. Era una mañana de invierno, soplaba el viento y Diógenes descansaba a la orilla del río, sobre la arena, tomando el sol desnudo... Era un hombre hermoso. Alejandro no podría creer la belleza y gracia del hombre que veía. Estaba maravillado y dijo:

“Señor...” - jamás había llamado “señor” a nadie en su vida- “...señor, me ha impresionado inmensamente.

Me gustaría hacer algo por usted. ¿Hay algo que pueda hacer?”

Diógenes dijo: “Muévete un poco hacia un lado porque me estás tapando el sol, esto es todo. No necesito nada más”.

Alejandro contestó: “Si tengo una nueva oportunidad de regresar a la tierra, le pediré a Dios que no me convierta en Alejandro de nuevo, sino que me convierta en Diógenes”.

Diógenes rió y dijo: “¿Quién te impide serlo ahora? ¿Adónde vas? Durante meses he visto pasar ejércitos ¿Adónde van, para qué?”

Dijo Alejandro: “Voy a la India a conquistar el mundo entero”.

“¿Y después qué vas a hacer?”, preguntó Diógenes.

Alejandro dijo: “Después voy a descansar”.

Diógenes se rió de nuevo y dijo: “Estás loco. Yo estoy descansando ahora. No he conquistado el mundo y no veo qué necesidad hay de hacerlo. Si al final quieres descansar y relajarte ¿Por qué no lo haces ahora? Y te digo: Si no descansas ahora, nunca lo harás. Morirás. Todo el mundo se muere en medio del camino, en medio del viaje”.
Alejandro se lo agradeció y le dijo que lo recordaría, pero que ahora no podía detenerse. Alejandro cumplió su destino de conquistador, pero no le dio tiempo a descansar antes de morir.

MAESTROS. Nuestra sociedad aún conserva influencias de la escuela cínica, pues fueron ellos los maestros de los estoicos quienes a su vez fueron los formadores de los grandes emperadores romanos. Recordemos a Séneca, maestro de Calígula, y a Marco Aurelio, que fue muy influenciado por esta corriente filosófica. El legado de roma es innegable en política y el derecho y otros ámbitos.

Los cínicos tenían como norma el desapego con cualquier vínculo a lo material y una concentración total en el despertar de las virtudes. Su metodología de autoformación era muy dura, su forma de vivir era frugal en lo material, autoimponiéndose pruebas de desapego como vivir con el equipaje ligero y sin ningún tipo de comodidad.

En un mundo donde el materialismo impera esta corriente nos hace pensar en la fuente de la verdadera felicidad: ¿un carro nuevo, una casa grande, una cuenta de muchos ceros en el banco nos hará realmente más felices, más plenos?

Para los cínicos la verdadera realización se obtiene siguiendo una vida simple y acorde con la naturaleza, pues el hombre con menos necesidades es el más libre y feliz.