Opinión

Necesitamos una transformación integral

Honduras es un país con un enorme potencial de desarrollo. El país está ubicado en el centro de la región centroamericana y muy cerca de uno de los mercados más grandes del mundo, como ser Estados Unidos de América; cuenta con costas en los dos océanos; atractivos turísticos que incluyen playas, arrecifes, ruinas mayas; tierras fértiles para la agricultura y un territorio boscoso amplio para explotar racionalmente. En otras palabras, Honduras podría convertirse en un destino turístico de primer nivel e incrementar exponencialmente sus exportaciones, principalmente en sectores como alimentos, textiles, servicios logísticos y otros como centros de llamadas, salud y tecnología, para mencionar algunos.

Sin embargo, todas estas bondades de nuestro país son desperdiciadas por los mismos hondureños, que hasta la fecha no hemos sido capaces de establecer la plataforma que se necesita para impulsar ese desarrollo sostenido. La realidad es que ningún país puede salir de su subdesarrollo de un día para otro y sin ningún esfuerzo. Para ello se necesita una visión y un plan de largo plazo para lograr esa visión en un período razonable de años. A algunos países les ha tomado hasta 25 años llegar a niveles adecuados de desarrollo, pero con logros y mejoras perceptibles para la población a lo largo del camino emprendido, lo cual infunde optimismo y fortalece los deseos de seguir por esa ruta.

Los pilares fundamentales para el desarrollo son el fortalecimiento de la democracia, el crecimiento económico sostenible, la equidad social y la armonía con la naturaleza. Para que estos pilares funcionen se necesita contar con buenos gobiernos, es decir que se comprometan con la visión de país, establezcan las políticas y tomen las acciones requeridas y utilicen eficientemente los recursos para alcanzar las metas.

Para que la democracia funcione se requiere del respeto de las libertades individuales y colectivas, amparados bajo un estado de derecho, es decir, la sujeción de todos los ciudadanos, sean funcionarios públicos o del sector privado, al cumplimiento irrestricto de las leyes. Igualmente importante es la participación ciudadana, ya que la democracia no se puede circunscribir únicamente al ejercicio del sufragio para legitimar a unos pocos que se aprovechan del poder.

Se necesita una administración pública que en forma transparente dedique los recursos para atender el bien común y que cumpla con la rendición de cuentas a todos los niveles de gobierno. En este sentido, la actuación del Estado debe someterse al escrutinio público, ya que la secretividad en las administraciones publicas más bien atenta contra el principio democrático.

No obstante, lo importante para que Honduras logre salir de su postración es que los hondureños nos hagamos un examen de conciencia y decidamos un cambio en nuestra mentalidad y nuestro comportamiento. No podemos seguir actuando bajo un principio de “escasez” porque eso hace que actuemos en forma egoísta, bajo la premisa de sálvese quien pueda. Tenemos que practicar la solidaridad hacia los más necesitados, desprendiéndonos de nuestras ambiciones acaparadoras. Tenemos que aprender a respetar al prójimo, a cumplir con las leyes, a trabajar en forma ardua, a pagar nuestros impuestos, a exigir rendición de cuentas a los políticos y a castigar a los corruptos.

Cuando vemos lo que el amigo Manuel Hinds llama la cleptocracia en pleno apogeo a todos los niveles y no nos inmutamos --se define como cleptocracia la corrupción estructural que surge del gobierno mismo para comprar voluntades dentro y fuera del mismo gobierno--. Cuando vemos como un Colegio de Abogados, donde están afiliados los profesionales llamados a defender el imperio de la ley, se encuentra debatiendo sobre el mal uso de los recursos de sus afiliados. Cuando vemos la educación en manos de grupos con intereses de todo tipo, menos el de educar a los niños y jóvenes que son el futuro de nuestro país. Cuando vemos la corrupción que se abate sobre muchas instituciones del sector público coludidas con empresarios del sector privado y enfermos de escasos recursos que no pueden recibir la atención y las medicinas que necesitan. Esto debería llevarnos a decir “¡Basta ya!” e iniciar un proceso de cambio transformador para emprender la ruta del desarrollo equitativo, aprovechando todas las fortalezas que nuestro país nos brinda.

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