A menor crecimiento demográfico, mayor desarrollo económico y social. La ecuación es sencilla y sus resultados comprobados desde hace décadas, según informe de las Naciones Unidas, que aboga por limitar la natalidad de los países pobres y acabar con el sometimiento de la mujer para facilitar el despegue de sus economías y recuperar un retraso de décadas en desarrollo social.
“Hay evidencias firmes, basadas en dos generaciones de experiencia y crecimiento”. Desde los años 70, los países en vías de desarrollo con menores tasas de fecundidad “han registrado una mayor productividad, más ahorro y más inversión productiva”. “Su crecimiento económico ha sido más acelerado”, concluye el informe.
Si la superpoblación es un lastre para la prosperidad económica y el desarrollo social de los países desarrollados, uno igual e íntimamente relacionado es la marginación de la mujer, recluida en casa, sin acceso a políticas de natalidad, anticonceptivos y salud reproductiva, sin otro horizonte que traer “los hijos que Dios le mande” al mundo y asumir la carga de su cuidado, y privadas de la adecuada educación, las mujeres perpetúan a su costa el ciclo del subdesarrollo.
Pero ¿cuál es la responsabilidad del gobierno? ¿Cuál es la responsabilidad de la Iglesia, de la sociedad en general, al respecto?
El gobierno de China, el país más poblado del mundo, impuso tardíamente su política de restricción de la natalidad; política todavía hoy en día cuestionable por los defensores de los derechos humanos y por la Iglesia.
Pero, uno de los aspectos interesantes de las políticas chinas ha sido su impacto social. La estructura familiar tradicional china, basada en un número elevado de hijos, ha sido eliminada y existe un mayor control de la reproducción. Ahora, las familias tienden a preparar la llegada del hijo con antelación y pueden decidir el momento propicio.
Por otro lado, la edad de matrimonio se ha ido retrasando, especialmente en las áreas urbanas, porque ya no se percibe una urgencia a la hora de procrear. Ello ha contribuido a una mayor igualdad entre marido y esposa porque esta última ya no es considerada únicamente como una fuente reproductora.
El tener un solo hijo ha dado mayor libertad a las mujeres, especialmente en el ámbito profesional, sin olvidar que la situación en China hoy en día al igual que en nuestra querida Honduras, con un elevado costo de la vida, requiere del trabajo de amabos cónyuges para salir adelante.
Obviamente no es un sistema perfecto, el punto es la toma de decisiones en el momento oportuno, prever las situaciones, sin esperar a tener consecuencias lamentables.
En Honduras, en medio de la polémica, el Congreso Nacional aprobó en el 2009 un decreto ley que prohíbe la comercialización en Honduras de la Píldora Anticonceptiva de Emergencia (PAE), más conocida como la “píldora del día después”.
El proyecto de decreto fue impulsado por una conocida diputada, quien logró su aprobación con argumentos de falsa moral e hipocresía religiosa al igual que muchos de sus colegas diputados que le dieron el voto, los cuales en lugar de ocuparse del bienestar del pueblo, se ocupan de sobresalir en las primeras planas de los diarios. Como dice Arjona: “Prefieren niños con hambre que un anticonceptivo o preservativo”.
En cuanto a la Iglesia y grupos “religiosos” de nuestro país, parecen no darse cuenta de que si una familia no tiene con qué alimentar a un niño, difícilmente podrán alimentar a cinco, seis o los que “Diosito tenga a bien enviarles” como se acostumbra en nuestros pueblos. Además del riesgo para la salud de estas mujeres al estar continuamente embarazadas.
Pero no se preocupen, la Iglesia tiene la solución a todos estos problemas: Abstinencia. No es suficiente que se mueran de hambre, de enfermedades simples o que no cuenten con las mínimas condiciones de higiene, etc. Como ya tienen poco por lo que vivir: quitémosles también el sexo.
¿Es brutal e inhumano cuando se habla de anticonceptivos y control de natalidad?
No. Brutal, inhumano y falto de amor al prójimo es cuando el hombre ignora, con todos los medios a su disposición, la sobrepoblación y la estimula aun más; lo que aumenta la miseria y todos los problemas.
Nuestros gobernantes deben darle educación suficiente a la gente, pero que sea clara, realista y directa, para que no tengan hijos sin tener la posibilidad de darles una vida digna, solo esperando dádivas del Estado a costa de los que como usted y como yo, sí trabajan y sí pagan sus impuestos.