Las más recientes cifras divulgadas por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo revelan que el 62% de nuestros compatriotas jóvenes sobreviven en la miseria e indigencia.
Mas del 40% del total poblacional está conformado por jóvenes entre 12 y 30 años, de los que el 44% trabaja, la mayoría en situación de subempleo; solamente un 30% estudia en tanto 25% ni trabaja ni estudia.
El Observatorio de la Violencia de la UNAH, por su parte, informa que el 54% de las víctimas de la violencia son jóvenes; un 60% de los migrantes son menores de 30 años, cifras verdaderamente dramáticas que dan cuentan de la precariedad social y económica en que transcurre la existencia de este significativo grupo demográfico, mismo que dentro de poco tiempo debe asumir los destinos nacionales, en condiciones cada vez mas inciertas y complejas por acumulación de problemáticas no resueltas, a veces ni siquiera abordadas, por las generaciones que les han precedido.
Peor aún, muchas de estas problemáticas han sido ignoradas, cual si no estuvieran descarnadamente presentes. Tal el caso de la delincuencia agrupada en maras, extorsión, sicariato, tráfico de drogas y armas.
Mientras estos fenómenos estuvieron circunscritos a las zonas urbanas marginales, sin proyectarse a las habitadas por estratos medios y altos, se asumió que estaban focalizados y controlados.
Fue hasta que se desbordaron y agravaron que se apeló a la represión antes que a la prevención. Para entonces la conflictividad se había multiplicado.
Cuando están presentes oportunidades y estímulos adecuados, al igual que hogares estables proveedores de orientaciones y afectos, la juventud las ha sabido aprovechar para forjarse mejores condiciones de vida.
Contrariamente, cuando les han sido negadas, se frustran y sucumben a las tentaciones del dinero fácil y rápido adquirido por medios ilícitos, desembocando en su auto destrucción o en el éxodo hacia otras latitudes, en pos de sueños que frecuentemente terminan en tragedias.
La juventud no pide dádivas, reclama espacios participativos, implementación de políticas incluyentes que posibiliten el desarrollo pleno de sus potencialidades.
Rechaza la manipulación, demagogia, hipocresía. Demanda ser tratada con dignidad, respeto, igualdad.
Sabe que es titular de derechos y obligaciones, por tanto es interlocutora legítima en la construcción de una nueva Honduras, libre de pobreza, enfermedades prevenibles, corrupción e impunidad.