'El Tapón del Darién ya no existe', con estas palabras tituló la periodista Isabel Castro, redactora del diario La Prensa de Panamá, un reportaje sobre lo que llama 'la coladera mítica de las impenetrables selvas del Tapón del Darién, zona limítrofe que separa a Centroamérica de Suramérica'. Igualmente, reseñó que 'si bien el destape del Darién es rechazado por buena parte de los panameños, muchos darienitas no piensan igual, ya que estiman que sería una esperanza para salir de la marginación que sufren'. Destacó las opiniones de importante personajes del Darién panameño que manifiestan abiertamente su apoyo a la integración con Suramérica y hacen fuertes críticas a las élites panameñas que se oponen a una obra que los darienitas consideran que traerá más progreso y bienestar económico para la provincia panameña del Darién.
Este ha sido un punto crucial en los debates sobre las conveniencias de la terminación de los últimos 108 kilómetros de carretera Panamericana que permitirá la integración vial, entre Centroamérica y Suramérica, en la frontera colombo-panameña, debido a que un sector de la dirigencia panameña que opina por los darienitas piensa que mantener esa supuesta 'barrera natural' es la mejor manera de evitar la 'invasión' desde Colombia. Sin embargo, esas 'inhóspitas selvas' que existen en el imaginario de muchos panameños se han convertido en el elemento más estratégico para la expansión desde Colombia del narcotráfico hacia el Darién panameño, el trasiego de la delincuencia y el tráfico de droga hacia Centroamérica y Estados Unidos.
Pese a que en Colombia se han superado los escollos con estudios técnicos y ambientales confiables, elaborados por prestigiosos consorcios con reconocimientos internacionales, en Panamá perdura la oposición, la cual no obedece en el fondo a razones técnicas ni ambientales, sino a motivos políticos.
Oposición liderada por un grupo de panameños que se ha constituido en una especie de club de anticolombianistas, los mismos que culpan a los colombianos de la inseguridad en Panamá, se oponen soterrada a la integración energética con Colombia y hacen parte de las fracciones más radicales de los partidos políticos y para quienes el tema ambiental, de seguridad, la aftosa y 'la invasión migratoria' han sido las mamparas para ocultar los mitos y las fantasías de ese anticolombianismo que se ha estructurado desde la independencia de Colombia.
Por lo tanto, han hecho prevalecer su poder político, difundiendo una política de miedo que se ha trasformado en un fuerte sentimientos de rechazo por parte de la sociedad panameña hacia Colombia y que desdibuja la realidad de la importancia de la integración vial entre Centroamérica y Suramérica en términos de desarrollo, seguridad, conservación y preservación de las reservas naturales, así como desde el punto de vista del intercambio de bienes y servicios y flujos de capitales entre los países del centro y sur del continente.
Da la impresión de que muchos de ellos no se han detenido a estudiar profundamente las certificaciones fitosanitarias, los últimos estudios técnicos, económicos y ambientales y, por ende, menos los acuerdos multilaterales firmados por los gobiernos de Panamá en los últimos 60 años en los organismos rectores del sistema interamericano. Por eso se basan en argumentos desactualizados y sustentados en gran parte en el falso nacionalismo y en infundados imaginarios de que detrás de la conexión vial entre el centro y el sur del continente se fragua la reconquista colombiana del territorio panameño.