El cardenal hondureño Óscar Andrés Rodríguez ha reflexionado en sus últimas homilías sobre los fenómenos que azotan a diario a la población más desposeída, como la violencia, la delincuencia y el narcotráfico, males que todos los días le arrebatan la vida a ciudadanos y ciudadanas.
Sus cuestionamientos han alcanzado a los narcotraficantes, generadores de violencia, y a quienes han sido extraditados a los Estados Unidos para responder allá por sus delitos de trasegar droga a su territorio y donde terminan, como decimos popularmente en Honduras, “cantando” o delatando a sus socios para reducir sus penas.
Cuánta razón tiene el líder religioso al señalar: “¿De qué sirve que estos señores en sus épocas de gloria acumulen riqueza para años más tarde ser detenidos y terminar presos y enfrentando años de prisión en las cárceles estadounidenses?”. El jerarca católico ha cuestionado a quienes la codicia les lleva a cometer estos delitos y les ha recordado que “aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes”.
“¿De qué sirve que acumulen y acumulen si después sus mismas familias se dividen por las cosas?”, señaló el prelado en un mensaje que nos deja bastante claro que todos los que se involucran en estas acciones terminan pagando por sus delitos tarde o temprano, pero también nos llama a no quedarnos de brazos cruzados.
Asimismo, nos llama a reflexionar sobre lo que estamos haciendo como sociedad para enfrentarnos a estas redes de delincuentes que cercan cada día que pasa a nuestros niños, a nuestras niñas, a nuestros jóvenes, sin importar sus condiciones sociales, pero sin desconocer que los más vulnerables a caer en sus redes son los más pobres, a los que el Estado ha abandonado históricamente y a quienes el gobierno, la sociedad, la familia, todos, están obligados a proteger.