A medida que los distintos actores involucrados en el próximo torneo electoral intensifican estrategias, recursos, propaganda, deben tener permanentemente en mente que la nación está por encima de cualquier interés particular, que el bien común es prioritario en tanto los intereses particulares deben quedar subordinados a la patria y sus habitantes, sin tomar en cuenta posición social, económica y filiación política.
Si tanto gobernantes como gobernados actúan de manera correcta, con transparencia, ética, honestidad, estaremos empezando a transitar por la ruta que conduce a la democracia efectiva en la que tanto ganadores como perdedores aceptan la voluntad popular manifestada en las urnas y acuerdan grandes consensos con el propósito de iniciar la necesaria renovación de las condiciones materiales de subdesarrollo, inseguridad, violencia, incertidumbre, desigualdad creciente, que en la actualidad nos agobian, profundizando las tensiones y conflictos característicos del permanente enfrentamiento sociopolítico.
Caso contrario, si persistimos en continuar inmersos en el canibalismo, ventajismo, doble discurso, corrupción, impunidad que, aceleradamente, nos está acercando más y más al abismo más profundo del cual ya será imposible salir, a la desintegración nacional, a la lucha de clases que enfrenta a hermano contra hermano.
Así, existen dos opciones: la de las rectificaciones honrosas y oportunas, o la de persistir en el equívoco que tanto daño le ha causado a nuestro país a lo largo de su existencia republicana.
El 2021 será una efemérides histórica: el bicentenario de nuestra emancipación política. Qué mejor manera que honrar el legado de nuestros próceres que retornando al ejemplo de entrega a la noble causa, a la forja de una patria por todos compartida que ellos nos legaron.
Esa coyuntura será irrepetible y no podemos desaprovecharla, está a la vuelta de la esquina y de nosotros y nosotras dependerá si sabemos o no estar a la altura de las circunstancias.