Que el Estado hondureño invertirá en 2020 unos 50.1 millones de lempiras en la compra de la vacuna contra la hepatitis A es una muy buena noticia, que no debe pasar desapercibida. Las vacunas han comenzado a ser aplicadas esta semana a una población meta de 196,447 menores de un año a nivel nacional. Las autoridades sanitarias han anunciado que a partir de la fecha, esta vacuna pasará a formar parte del esquema nacional de vacunación que, de paso está resaltar, es uno de los más robustos del continente americano.
De la hepatitis, la Organización Mundial de la Salud dice que es una enfermedad aguda del hígado, de remisión normalmente espontánea, provocada por el virus de la hepatitis; que el virus de la hepatitis A (VHA) se transmite de una persona a otra fundamentalmente por vía fecal-oral y la ingestión de alimentos y agua contaminada.
Bajo esas condiciones, las poblaciones pobres y con menos acceso a los servicios básicos de agua y saneamiento son propensas al padecimiento de esta enfermedad.
Por eso es importante que el país invierta en la compra de estos productos y los incluya en su cuadro básico de inmunizaciones.
Es de resaltar que uno de los programas más exitosos y sostenidos del país ha sido el Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI), que ha alcanzado logros sustantivos y sostenidos acreditados a nivel internacional en cobertura de vacunación superior al 90% de la población, en el control de la incidencia de enfermedades como la poliomielitis, el sarampión, la rubeola, la difteria, meningitis, tos ferina, así como en la reducción de la morbilidad y mortalidad infantil.
Es entonces nuestra responsabilidad como padres y madres, tutores o responsables de niños y niñas menores de un año, acercarnos a los centros de vacunación a inmunizarlos, preservar su salud y evitar las muertes innecesarias o discapacidad de la población a causa de enfermedades prevenibles por vacunas.