El país sigue pagando un alto precio por los desatinos de su política educativa. Informes de organismos internacionales reconocen que Honduras es una de las naciones de América Latina que más invierte en educación, pero en la realidad, los resultados de esa inversión son muy pobres.
Para el funcionamiento del sistema educativo en el 2019 el Estado asignó una partida de 29,905 millones de lempiras, cantidad similar fue aprobada para el 2020.
A pesar de la enorme erogación, los males que desde hace años adolece la educación lejos de disminuir, más bien aumentan. Los altos índices de deserción escolar, de repitencia y el bajo rendimiento académico son una constante cada año.
El período lectivo del 2019 no fue la excepción. Unos 82,000 alumnos desertaron de los centros escolares; 161,950 no lograron aprobar ciertas asignaturas, y en cuanto al rendimiento en matemáticas y español, este -desde el 2017- está estancado en 51% y 73%.
El año pasado también quedó expuesta otra dificultad en el sistema educativo, cuando solo un 8% de los 22,121 docentes aprobaron el concurso para optar a una plaza. Este problema tampoco es nuevo, en el 2014 también se registró otra masiva reprobación de maestros. Ese año, de 30,000 docentes, solo un 10% aprobó el examen.
Si se profundiza un poco más, también se puede ver que la Secretaría de Educación en los últimos años no ha sido capaz de impulsar la reforma curricular en matemáticas y español, que se trabajó con la Cooperación Japonesa, por el contrario en español prefirieron adaptar ciertas cosas del modelo mexicano que, según entendidos, no es el mejor. Expertos en educación como Renán Rápalo siempre han advertido que el gobierno debe establecer una política educativa a largo plazo, liderada por versados en la materia; porque si no hay una apuesta para mejorar la cobertura y la calidad de la educación, Honduras seguirá siendo un país con muy pocas esperanzas de ser competitivo a corto plazo.