Editorial

Decir no a la violencia infantil

Honduras es un país peligroso para los niños y así lo reflejan varios casos registrados en los primeros meses de 2024, entre los que resaltan aquellos en los que los niños y las niñas perdieron la vida a manos de sus progenitores o en ataques violentos en los que también murieron al menos uno de sus padres. Pero también ha sorprendido el caso de una menor que fue vendida por su madre y padrastro a otro hombre por un carro y una mensualidad. Según las autoridades, la desalmada madre permitía que abusaran de la menor a cambio de dinero. La niña, de tan solo 11 años de edad, se encuentra en estado de gestación, según el informe del Ministerio Público.

Estos son casos que exponen las condiciones deplorables a las que se enfrentan miles de niños y niñas, pero lo más grave es la desatención oficial a esta problemática.

Hay que recordar que la violencia contra las niñas y los niños incluye la violencia física, sexual y emocional, así como el abandono y la explotación de menores de 18 años y que este tipo de violencias puede ocurrir en el hogar y en la comunidad. Organismos como la Organización Panamericana de la Salud (OPS) exponen que los costos sociales y económicos de la violencia son altos y a menudo para toda la vida, incluido el bajo rendimiento escolar, un mayor riesgo de desempleo y pobreza, así como una asociación a la pertenencia en pandillas o crimen organizado.

Otros especialistas exponen, por su parte, que en Honduras los casos que se hacen públicos de este tipo de violencias sólo son “la punta del iceberg” de un grave problema que afecta a miles de niños y adolescentes y del que, desgraciadamente, no se atiende en su completa dimensión. La violencia contra las niñas y los niños se puede prevenir y para ello se requiere de un enfoque multisectorial que aborde los determinantes sociales de todo tipo de violencias y maltrato infantil