Si usted se siente privilegiado porque sus hijos estudian en una escuela privada, y además bilingüe, o usted mismo estudió en una escuela privada, yo pienso que en realidad usted y sus hijos son víctimas de que la educación pública en Honduras se haya desprestigiado con el paso de las décadas; al punto que en el momento en el que alguien puede pagar por la educación de sus hijos lo más probable es que lo haga. Hay familias que incluso se endeudan con todo y sus intereses para optar a esa modalidad educativa.
Si usted se siente privilegiado porque visita un médico privado o visita un odontólogo privado o un psicólogo en su clínica particular, piense que usted es en realidad una víctima, por vivir un país en el que el pliego de razones para no buscar asistencia sanitaria pública es muy largo a pesar de que, como se aclama popularmente, son los mismos médicos en todas las instituciones. Aquí quisiera acotar que también se dice popularmente que por más que sea el mismo profesional, el trato no es el mismo en lo privado que en lo público.
Si usted se siente privilegiado por trasladarse a su trabajo en su vehículo propio, comprado tal vez a plazos, y de poder llenar el tanque de gasolina cada semana o cada diez días con la tarjeta de crédito que le devuelve un porcentaje de lo consumido, usted es al mismo tiempo víctima de vivir en una ciudad que no cuenta con un sistema eficiente y seguro de transporte público.
Si usted se siente privilegiado porque a su colonia o residencial (porque en Honduras la palabra residencial tiene más que todo una connotación de estratificación) hay una tranca (me encanta este hondureñismo) y un guardia de seguridad le pregunta a su visita que a dónde viene, que por qué lo visita y su número de DNI y anota el número de placa, usted, o tal vez en este caso su visita, es víctima de vivir en un país en el que hay que ser restrictivo para poder sentirse un poco (solo un poco) más seguros.
Y qué decir de los fines de semana en los centros comerciales, si usted siente algún privilegio en poder asomarse a los moles a gastar, porque a qué se entra a un centro comercial si no es a gastar, y apenas distraerse un poco, usted es víctima de que los espacios recreativos estén aislados o bien no sea seguro transitarlos.
Si usted se siente privilegiado por un relativo éxito que ha conseguido, y ese éxito solo se traduce en dinero y en reconocimiento social, usted es víctima de una lógica en el mundo que mide el sentido de nuestra existencia en función de qué tan buen agente somos para el sistema que se llama mercado. Y así los ejemplos pueden seguir con cada aspecto de nuestra vida.
Los tales privilegios arriba enumerados, contrario a lo que podría pensarse a priori, no son algo que nosotros buscamos naturalmente, sino que el sistema nos orilla a que los busquemos. Y los encontramos, por supuesto, con dinero en mano o bien con una buena deuda en el bolsillo.
Pensar estas ideas creo que es útil para reestructurar las narrativas que tenemos respecto de ellas. Porque es posible que vivamos todas estas situaciones y no las pensemos o cuestionemos, y tal vez, solo tal vez nos creamos privilegiados cuando en realidad somos víctimas. La manera en la que nos contamos las cosas a nosotros mismos y a los demás es más importante de lo que aparenta, conduce nuestras vidas