Se van

Combatir la pobreza, fortalecer las instituciones, erradicar la impunidad y refundar el sistema educativo eran las principales banderas. Pero, como siempre, la realidad ha sido un eco decepcionante: más de lo mismo

  • 02 de diciembre de 2025 a las 00:00

Ascendieron al poder con un discurso atractivo y renovador para el pueblo hondureño. La presidenta prometió romper con el legado del Partido Nacional, que bajo el expresidente Juan Orlando Hernández había sumido al país en escándalos de narcotráfico y malversación. El discurso era “Haremos todo diferente”.

Combatir la pobreza, fortalecer las instituciones, erradicar la impunidad y refundar el sistema educativo eran las principales banderas.

Pero, como siempre, la realidad ha sido un eco decepcionante: más de lo mismo.

Tres años después, las críticas abundan. Lo que antes se criticaba como malo, ahora era bueno, por ejemplo, el alto grado de nepotismo en el gobierno, ocupando puestos claves sin importar méritos. Esto llevó al pueblo a llamarlos el “familión”, ya que concentraron el poder en un círculo cerrado.

Esto no solo viola principios éticos, sino que socava la meritocracia dentro de su propio partido.

¿Dónde está el respeto a la meritocracia y la academia en estos cuatro años? Brilla por su ausencia y se consolidó un sistema clientelar similar al del partido anterior.

Y que decir de la economía: no mejoró, ya que, según datos del Instituto Nacional de Estadística, la pobreza se situó en 60% y el desempleo e invasiones persistieron. Las inversiones huyen por inestabilidad.

Con el proceso electoral del pasado 30 de noviembre, se constata que el pueblo habló en las urnas con su voto de castigo e indicando que quiere un cambio real.

Hoy los que están en el poder se van por muchas cosas, entre ellas por ser irrespetuosos de la academia y colocar gente sin méritos, irrespetando la meritocracia.

Se van no por la gestión administrativa y la inversión pública, se van por su discurso y por repetir vicios del pasado. Se van por haber perjudicado la base moral y los principios doctrinales del pueblo hondureño.

Se van por no poder haber logrado los cambios que necesita Honduras, aunque siendo objetivos cuatro años es poco tiempo.

Así entonces vamos a una nueva era.

El presidente electo hereda un país herido, pero con esperanza. Su desafío: honrar el mandato popular, priorizar expertos calificados y reconstruir la institucionalidad.

Honduras merece un futuro diferente, no más de lo mismo. Que esta vez sea verdad, y si, no, el pueblo hablará.

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