La comunidad nacional e internacional ha sido testigo de cómo en Honduras, durante los últimos cuatro períodos legislativos, incluyendo el actual, las bancadas de diputados han orientado su conducta legislativa a favor de partidos y jefes políticos. Por nombre, Juan Orlando Hernández Alvarado, Mauricio Oliva Herrera (reelecto) y Luis Rolando Redondo Guifarro, todos, cada cual, en su momento, han presidido un Congreso Nacional que ha favorecido a corruptos y a la corrupción, desestimando el desarrollo, progreso y bienestar de Honduras y su pueblo.
Recordemos, la Misión de Apoyo Contra la Corrupción e Impunidad en Honduras (MACCIH), durante el período 2018-2022, fue disuelta, los diputados que levantaron la mano para enterrarla eran, irónicamente, investigados por corrupción. Los congresistas que sacaron la MACCIH de Honduras fueron los mismos que aprobaron el nuevo Código Penal para suavizar penas por narcotráfico, lavado de activos y delitos de corrupción pública. Esta traición se ejecutó en complicidad de diputados nacionalistas, liberales, demócratas cristianos, que, con mayoría calificada, hicieron prevalecer el interés particular sobre el interés de la patria.
En el actual período 2022-2026, la bancada de Libre inició prometiendo la Comisión Internacional Contra la Corrupción e Impunidad en Honduras (CICCIH) de la mano de la ONU. Fue solo un circo. El Congreso Nacional jamás cumplió con los requisitos exigidos. Engañaron al pueblo hondureño, mientras abrían la puerta para eliminar el tratado de extradición con Estados Unidos.
La conclusión: los diputados de Libre, Liberal y Nacional han hecho pactos de impunidad para decidir a favor de la corrupción y no del pueblo hondureño.
Los nombres de diputados y exdiputados resuenan en cortes de justicia en Nueva York, figuran en listas Engels y Magnitsky, en informes del Departamento del Tesoro de Estados Unidos y del Wilson Center en Washington. Sin embargo, siguen protegidos por el gobierno y continúan cobijados en el Congreso, levantando la mano en beneficio propio y en perjuicio de Honduras.
En las elecciones generales, el elector no puede olvidar estos antecedentes, Honduras necesita un Congreso Nacional de hombres y mujeres temerosos de Dios, capaces, enemigos de la corrupción y narcotráfico. El elector debe investigar la hoja de vida de cada candidato a diputado para votar y elegir, pero, rechazar el voto en plancha.
El voto en plancha es una trampa, es herramienta con que las cúpulas partidarias encubren mediocridad, manipulan voluntades y perpetúan la corrupción. El voto en plancha convierte al ciudadano en votante automático, anulando su poder de decisión. Es retroceder en los avances electorales logrados como el voto separado, el domicilio electoral y las fotografías en la papeleta.
Rechazar el voto en plancha es un acto de dignidad democrática.
Honduras no necesita diputados sin identidad, serviles a partidos ni testaferros del crimen; necesita personas que andan en integridad, que hagan justicia y que hablen verdad. ¡Basta de corrupción!
Queda Planteado.