México, septiembre de 1985 (1/2)

De esos 40 añosde ocurrido ese terremoto en 1985, rescatamos muchas cosas buenas. Unade ellas, la intensa solidaridad del propio pueblo afectado”

  • Actualizado: 17 de septiembre de 2025 a las 00:00

Jueves 19 de septiembre de 1985, 7:19 a.m., amarrando los cordones de mis tenis (las agujetas de las zapatillas, en léxico mexicano), percibo la primera sacudida sísmica del piso y paredes. Todo el pequeño edificio de apartamentos tronaba. Las plantas colgantes y las lámparas del techo parecían columpios. La energía eléctrica se interrumpió y se escucharon los gritos de espanto de personas en otras viviendas.

Las sacudidas no se detenían, parecía un terremoto eterno en la lentitud de cada milésima de segundo. Solo variaba un poco la intensidad de cada sacudida. En mi mente, solo cabía implorar a Dios que ordenara a la naturaleza detener aquellos remezones que ya se sentían en el rechinar de las escaleras metálicas y el tronar de las paredes. El sismo se prolongó durante casi dos minutos, con una intensidad de 8.1 grados en la escala de Richter.

Pasado ese primer terremoto matutino, decidí salir hacia mis clases de maestría en el CIDE (carretera hacia Toluca), como si fuese un día “normal”. Caminando hacia la estación del metro “Barranca del Muerto”, en la terminal sur de la línea 7, el movimiento masivo de personas creaba la impresión de que “no había ocurrido nada anormal”.

Únicamente una impresión falsa, puesto que al llegar al comedor universitario, aquel gran salón que solía lucir repleto para el desayuno de decenas de estudiantes, docentes y trabajadores del centro, esa mañana estaba prácticamente vacío. Entre los pocos presentes surgieron los comentarios obligados sobre lo sucedido hacía un rato, uno de los compañeros estudiantes suramericano alcanzó a expresar: “Aún no se han escuchado noticias porque hubo apagón, hay silencio, pero seguro aquí hay un inmenso desastre y muchas pérdidas humanas y materiales”.

En efecto, aquel terremoto del 19 de septiembre, agregado al nuevo sismo del día siguiente en la tarde, dejaron una tragedia con el colapso de más de 300 edificios, vulneración seria de otros 700 y sobre todo, pérdida de vidas humanas que aunque quedó en debate (entre lo oficial y lo real), pero que estuvieron en un rango de 10 mil a 30 mil personas. Muy similar a lo ocurrido también con el número de estudiantes muertos en la masacre de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas el 2 de octubre de 1968, ubicada en el complejo habitacional Tlatelolco. Con la coincidencia histórica de que el desastre dejado por el terremoto de 1985 también impactó en varios de esos edificios particularmente en el Chihuahua, Nuevo León, y otros, con cientos de víctimas.

En 2017, de nuevo otra coincidencia histórica, cuando otro terremoto sacudió la Ciudad de México creando confusión en la gente puesto que unas dos horas antes se había realizado un simulacro establecido para esa fecha para que en un caso real, las personas dispongan de unos segundos vitales al escuchar las sirenas de alarma.

De esos 40 años de ocurrido ese terremoto en 1985, rescatamos muchas cosas buenas. Una de ellas, la intensa solidaridad del propio pueblo afectado y la solidaridad internacional, como resultado de ser México una nación con una proyección inteligente y pragmática en sus relaciones internacionales. Asimismo, sus enormes avances en sus protocolos de construcción para prevenir daños en eventuales desastres. Y claro, avances entremezclados con otras circunstancias difíciles...

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