Si una persona da “me gusta” a una publicación en redes sociales sobre la izquierda política, el sistema (algoritmo) y la Inteligencia Artificial (IA) entiende que su “preferencia” es esa tendencia y tipo de contenidos, por lo que comienzan a enviarle más mensajes sobre esa forma de pensar. ¿Eso es bueno o malo?
Lo mismo sucede si un usuario sigue a líderes conservadores como Donald Trump. Los algoritmos priorizan sus discursos, noticias y videos afines, reforzando en las personas la imagen positiva del pensar y actuar, en este caso, del líder estadounidense. ¿Es lo mejor recibir información sesgada?
En temas económicos, alguien que se inclina por el libre mercado lee o ve constantemente mensajes sobre emprendimiento, existo individual, beneficios de la competencia, mientras las críticas al modelo quedan en segundo plano o ni siquiera aparecen en su radar. ¿Es lo mejor para mantener una discusión global sobre lo que más conviene al mundo, nuestro país o nuestra sociedad en particular?
Estos son algunos ejemplos puntuales de lo que hoy estamos viendo en redes como Facebook, X, Instagram, TikTok y YouTube, para sólo mencionar las más grandes y conocidas en nuestra región americana. Lo mismo ocurre con temas sensibles como medio ambiente, género y preferencias sexuales, religión o incluso con los deportes. Si sigo al Barcelona, recibiré todo lo relacionado con el club catalán, o será de tendencia y color blanco si mi simpatía está con el Real Madrid... como ejemplo.
En un inicio, parecía que las redes sociales se convertirían en el gran campo de batalla para debatir ideas y que el resultado sería un flujo de información, posturas o formas de pensar que enriquecerían la toma de decisiones y actuar de las personas. Dos décadas después estamos viendo que, en vez de ampliar el horizonte de las opiniones, están estrechando las mentes de los individuos y las sociedades, al fortalecer corrientes específicas con un sesgo sutil que les encamina a la radicalización.
Lo que hacen las redes, potencializadas por la IA, es reforzar las creencias de cada usuario, creando una especie de burbujas de pensamiento homogéneo que asume posturas cada vez más radicales que, además, en poco contribuyen en la búsqueda de soluciones políticas, económicas o sociales.
Hoy, los expertos reconocen que las plataformas de redes sociales, potencializadas por la IA ya no buscan ofrecer diversidad, sino consolidar lo que cada persona cree. Esto está provocando posturas cada vez más radicales, lo que dificulta el entendimiento para encontrar acuerdos y soluciones.
A finales del siglo XX y principios del siglo XXI, a los ambientalistas más radicales se les llamaba en algunos países “ecohistéricos”, pero había defensores del ambiente más moderados y, por supuesto, las tendencias que negaban que el hombre estuviera llevando al planeta a una crisis de la magnitud como la que estamos viviendo.
Lo mismo sucedía en política, donde veíamos a los radicales de izquierda y radicales de derecha, pero la gran mayoría de las personas se ubicaban en posturas más al centro, con tendencias moderas de una u otra postura ideológica. Hoy los “moderados” de antes se ubican en los extremos y la posibilidad de diálogo o un feliz encuentro de ideas –o tan siquiera un sano debate– se hace casi imposibles, ya sea en Estados Unidos o cualquier país del continente americano.
Lo peor es que, aparentemente, esta situación no ha alcanzado su máxima expresión y cada vez se escuchan más voces de alerta sobre la posible manipulación que existe y aumenta.
Uno de los casos de estudio sobre este tema es el conocido como “caso Cambridge Analytica”, en el que se acusó a la consultora de recolectar los datos de millones de usuarios de Facebook para influir, con una tendencia psicológica, en las elecciones presidenciales de Estados Unidos (2016) y en las realizadas en Gran Bretaña para decidir sobre el Brexit, que significó la salida de ese país de la Unión Europea.
Cambridge Analytica cerró en 2018, un momento en el que la IA todavía no había alcanzado el potencial que hoy se explota en redes sociales y otras esferas de comunicación global.
A estas alturas y con el conocimiento que se tiene de los algoritmos y la fuerza de la IA, se hace evidente que hay estrategias de naciones, partidos políticos, grupos económicos y demás, trabajando en el aprovechamiento de este potencial de manipulación. Por eso, mientras el mundo se ve sumido en medio de guerras “tradicionales”, otras igualmente peligrosas se están fraguando en torno a esta realidad de las poderosas redes y la IA que, juntas, son un peligro, no solo para influir, sino también para desinformar, porque trabajan sin filtros ni control.
Surgen muchas preguntas sin respuesta: ¿Quién gana con este tipo de flujo manipulado de “información”? ¿Qué riesgos implica en la vida política, económica y social de las naciones o sociedades? ¿Son las redes y la IA algo bueno para la humanidad? ¿Puede haber sociedades libres si se controla la información de esta manera?... Para reflexionar.