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Los derechos de los migrantes

Me compartieron un video reciente en el que una persona, al parecer funcionario del Instituto Hondureño de Transporte Terrestre (IHTT), se dirige a un grupo de migrantes en la frontera de Honduras con Nicaragua. Transcribo algunas palabras de la discusión: “El funcionario dirigiéndose a los pasajeros: Ustedes cuando vayan a la terminal de este bus, allí van a tomar otro taxi que les va a cobrar quince dólares (protestas generales), lo único que yo les digo a todos ustedes que aquí no se ha ido un inmigrante de acá, todo el día. (Una pasajera dice: Pero la ley nos ampara, yo tengo un salvoconducto que me permite transitar cinco días) El funcionario responde: Sí, pero ¿dónde está? Todos los inmigrantes que han pasado tienen salvoconducto. Al final han entendido... (la misma pasajera responde: Usted está violando nuestro derecho), el funcionario continúa: Soy del gobierno y estoy ayudándole... (la pasajera dice: Usted no está ayudándome y está violando nuestro derecho).

Evidentemente habría que validar la veracidad y el contexto en el que fue grabado este video. Por mi parte, lo compartí con un alto funcionario del actual gobierno para que, en su caso, se tomen las medidas correctivas. Da la impresión de que se trata de alguien que está intentando sacar ventaja de la triste situación que viven todos los días cientos (¿miles?) de personas que transitan por nuestro país buscando un futuro mejor. El problema social y humano llegó a niveles en los que incluso vi con sorpresa desde hace algunos días a venezolanos con carteles en las calles pidiendo una limosna para sobrevivir. ¿Cómo no pensar también en la situación de miles de hondureños en las mismas circunstancias en países vecinos?

En el caso de que se tratara de un acto de corrupción, hace falta tener un corazón duro e insensible para buscar aprovecharse de su situación y no solidarizarse con aquellos que han sido arrancados de sus hogares por la pobreza, la inseguridad y muchas otras situaciones derivadas de la injusticia. Pienso que nos vendría bien recordar que los migrantes tienen el derecho, igual que nosotros, de buscar los recursos necesarios para subsistir con dignidad. Si bien es cierto que es un fenómeno que presenta muchos retos para los países que los acogen, también es verdad que la inmigración puede ser un recurso más que un obstáculo para el desarrollo.

“En el mundo actual, en el que el desequilibrio entre países ricos y países pobres se agrava y el desarrollo de las comunicaciones reduce rápidamente las distancias, crece la emigración de personas en busca de mejores condiciones de vida, procedentes de las zonas menos favorecidas de la tierra; su llegada a los países desarrollados a menudo es percibida como una amenaza para los elevados niveles de bienestar, alcanzados gracias a decenios de crecimiento económico. Los inmigrantes, sin embargo, en la mayoría de los casos, responden a un requerimiento en la esfera del trabajo que de otra forma quedaría insatisfecho, en sectores y territorios en los que la mano de obra local es insuficiente o no está dispuesta a aportar su contribución laboral”.

Estas palabras de un documento de la Doctrina Social de la Iglesia Católica nos pueden servir para no perder de vista que los inmigrantes deben ser recibidos en cuanto personas y ayudados, junto con sus familias, a salir adelante en sus necesidades.