Todo cambia, y no siempre para bien. En el pasado se decía que de las grandes crisis surgían las grandes ideas. Por ahora, eso ya no parece ser cierto, si no vean a Estados Unidos, en medio de su mayor crisis, crisis que golpea todos los flancos de la sociedad más pujante que ha tenido la historia en todo el continente americano y en algunos momentos de todo el mundo.
Esas ideas fantásticas que recompongan a esa nación no aparecen, por el contrario, los ideales trumpistas, de “Hagamos que Estados Unidos vuelva ser grande”, cuando se pusieron en práctica, más hundieron a la sociedad, es como si entraran a un fango que cuando más penetraron, más se están hundiendo. En las ciencias médicas se diría que están en una crisis terminal o en cuidados intensivos y los responsables de su tratamiento disparando al aire, sin encontrar el objetivo preciso al que puedan disparar.
Una de las mayores víctimas de la inhumana economía de mercado ha sido la política, la política dejó de ser conocimiento en busca del bienestar colectivo con pretensiones de mediar en los diferentes intereses. Lo que impera, en este momento, es el más crudo interés material y la ideología solo es el adorno para justificar las más absurdas decisiones. La política se separó de la razón para convertirse en pasión y de ahí al odio, hay un paso.
En un país como Honduras, donde la deuda con los pobres ha pasado al renglón de cuentas incobrables, el sistema político ha sido, históricamente, más arreglo entre cúpulas para usufructo de los bienes públicos que arreglos para una sana y productiva gobernanza. Ahora las discrepancias entre esas cúpulas no es por las diferencias en las formas sanas de gobernar, es por el afán y la codicia sin límites en la recomposición de nuevos grupos de poder.
A escasos meses iremos a un proceso electoral con la misma normativa que ha perpetuado un sistema político antidemocrático, en el cual, hasta las promesas han caído en desgracia, tanto que, un candidato, “Chano” Rivera, surgido de la vieja militancia partidaria y ahora como candidato de la Democracia Cristiana, está promoviendo la entrega del país bajo la idea de “unámonos a los gringos”, con la creencia de salvar a Honduras convirtiéndola en un Estado libre asociado, igual que Puerto Rico.
En Honduras, ese peregrino planteamiento ya había sido mencionado en los años 80 del siglo pasado, por los promotores, en aquel entonces, de la Doctrina de la Seguridad Nacional, sin que la misma prosperara. La propuesta solo demuestra la ausencia de identidad nacional y de un sentido claro de patria. Lo más doloroso para el país es que la institucionalidad electoral permita que políticos inescrupulosos participen en contiendas electorales como grandes demócratas, siendo, más bien, promotores de la entrega de la vilipendiada y soñada soberanía nacional. Lo único que faltaba, como espectáculo circense de la política criolla, era la propuesta del publicista “Chano” Rivera. ¡Que Dios salve a Honduras!
