Para entender un poco lo que estamos viviendo nos vamos a remontar a finales de los años 90, donde la oposición política en Venezuela previo a la llegada de Hugo Chávez al poder en 1998 fue fragmentada por la misma gente de Hugo Chávez por lo que enfrentaron varios desafíos que facilitaron el ascenso del chavismo y posteriormente la consolidación de su dictadura.
La oposición en Venezuela estaba dividida entre varios partidos y movimientos políticos, algunos de los cuales estaban arraigados en la tradición política de la democracia social y otros en el neoliberalismo. Esta división dificultó la creación de una plataforma unificada que pudiera competir efectivamente en las elecciones.
Esto sumado al descontento social, cansados de la corrupción y de las mismas políticas, de las promesas de campaña que nunca se cumplían que venían desde finales de los años 80 y principios de los 90, llevó a Venezuela a enfrentar una de las peores crisis económicas, aumentos de la pobreza, y una creciente desigualdad social.
El "Caracazo" de 1989, en el que hubo violentos disturbios sociales en respuesta a medidas de austeridad, reflejó el profundo descontento popular con el sistema político establecido. Este contexto brindó a Chávez, un militar que se había revelado en 1992, una base de apoyo entre aquellos que se sentían marginados. El tema de corrupción acrecentó la desconfianza en los partidos tradicionales.
Los principales partidos políticos, como Acción Democrática y Copei, habían estado en el poder durante décadas y fueron percibidos como corruptos e ineficaces para abordar los problemas del país, en palabras cortas “más de lo mismo”.
Este descontento con el 'establishment' político creó un vacío que Chávez pudo capitalizar al presentarse como un outsider dispuesto a luchar contra la corrupción y las élites.
La estrategia de Chávez con un respaldo de la escuela cubana, se centró en utilizar su carisma y habilidades de comunicación para conectar con las clases populares. A través de un discurso de inclusión y justicia social, logró galvanizar a sectores de la población que se sentían desatendidos. Su retórica antiimperialista y su crítica al neoliberalismo también resonaron en un país que había experimentado grandes cambios económicos y sociales.
Mientras la oposición se distraía en problemas internos dentro de sus partidos políticos, peleando las guerras equivocadas para demostrar quien tenía el poder dentro de sus corrientes, Chávez ganaba cada día más terreno en la población más vulnerable proclamándose como su salvador.
Ante esa falta de respuesta eficiente por parte de la oposición, nunca lograron reaccionar de la manera efectiva ante el ascenso inminente de Chávez. Mientras Chávez consolidaba su poder, la oposición fue incapaz de articular propuestas claras y recobrar la confianza de los votantes. Además, las elecciones de 1998 se llevaron a cabo en un clima de polarización, donde muchos electorados se sintieron atraídos por el mensaje populista de Chávez.
Una vez en el poder, Chávez implementó una serie de reformas que le permitieron consolidar su control, incluyendo la reestructuración de las instituciones del Estado, el control de los medios de comunicación y la persecución de la disidencia política, terminando a todo aquel que pudiera representar un peligro para sus fines de continuismo.
La ascensión de Hugo Chávez al poder en Venezuela y el establecimiento de su régimen autoritario se dio en un contexto de debilidad y fragmentación de la oposición política, lo que facilitó el camino para que Chávez consolidara su poder y estableciera una dictadura. El diseño del fraude y el control autoritario en Venezuela, particularmente bajo el régimen de Hugo Chávez y luego Nicolás Maduro, se construyó gradualmente a lo largo de los años mediante un conjunto de medidas políticas, sociales y económicas que consolidaron el poder del gobierno y fragmentaron a la oposición.
El proceso fue lento y el chavismo comenzó a tomar control de las instituciones clave del país, como el poder judicial, el electoral y los medios de comunicación.
A través de reformas constitucionales y políticas, se fueron modificando las leyes para asegurar que los comicios fueran supervisados por entes que no garantizaban una competencia justa.
El proceso de fraude y consolidación de la dictadura en Venezuela fue gradual, pero sistemático, utilizando reformas institucionales, manipulación de procesos electorales y represión para asegurar el control del régimen.
Por su parte, la oposición venezolana se descontroló debido a la fragmentación interna, la falta de un liderazgo claro y la represión que la debilitó tanto dentro como fuera del país.
Esto resultó en una incapacidad de generar un cambio efectivo frente al régimen, y en la actualidad, Venezuela sigue viviendo una grave crisis política, económica y social.
Como parte del proceso su plan principal fue eldesmantelamiento de la oposición política, a medida que avanzaba su mandato, Chávez y su sucesor Nicolás Maduro consolidaron el control sobre las instituciones clave del país, como el Consejo Nacional Electoral (CNE), el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y las Fuerzas Armadas. Estas instituciones fueron utilizadas para desmantelar a la oposición política, realizar manipulaciones electorales y socavar las libertades políticas.
HONDURAS; Es evidente que ciertas maniobras aplicadas en Venezuela por Hugo Chávez parecen estar siendo replicadas en Honduras, casi como si fueran parte de un manual estratégico sacado de una libreria.
La situación hondureña es intrincada, pero es innegable que, en años recientes, hemos percibido patrones que evocan los métodos de control autoritario que distinguen al gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela.
Muchas de estas estrategias se están implementando en el país, lo cual suscita fuertes inquietudes sobre el avance de un régimen autoritario y el deterioro de nuestras instituciones democráticas.
Si bien el sistema electoral hondureño ha gozado de mayor autonomía que el venezolano, últimamente hemos presenciado una serie de reformas y manipulaciones en las entidades encargadas de supervisar las elecciones, tales como el Consejo Nacional Electoral (CNE) y el Tribunal Supremo Electoral (TSE).
Estos organismos han sido objeto de severas críticas por su parcialidad y opacidad, especialmente en los procesos electorales más recientes.
Uno de los aspectos más inquietantes ha sido la designación de funcionarios leales al gobierno dentro de instituciones fundamentales como el CNE y el TSE, lo que refleja la influencia de figuras políticas cercanas al poder ejecutivo.
Al igual que en Venezuela, donde el régimen ha intentado asegurar que los responsables de las elecciones no sean del todo imparciales, en Honduras también vemos cómo el gobierno actual trata de garantizar que los resultados electorales le favorezcan.
En las elecciones presidenciales de 2017, surgieron acusaciones de fraude, y numerosos opositores denunciaron la manipulación de los resultados.
Aunque en Honduras no se ha llegado a un control absoluto del CNE y del TSE como en Venezuela, los problemas de transparencia fomentaron la desconfianza ciudadana hacia las instituciones electorales.
Uno de los pilares del autoritarismo en Venezuela ha sido la estrategia del régimen de desacreditar y silenciar a la oposición. En Honduras, en los últimos años, hemos sido testigos de un aumento en la represión contra los líderes opositores y los movimientos sociales.
Algunos de estos líderes están siendo encarcelados, mientras que otros han tenido que permanecer en el anonimato debido a la intimidación y persecución, especialmente aquellos que critican abiertamente al gobierno.
De forma similar a lo ocurrido en Venezuela, donde el régimen logró dividir y debilitar a la oposición mediante tácticas de cooptación y persecución, en Honduras también hemos observado intentos de fragmentar a los opositores y menoscabar sus capacidades organizativas.
En Venezuela, el gobierno ha recurrido al sistema judicial como una forma de meter miedo y meter tras las rejas a los que se oponen, teniendo bien amarrado el control de los juzgados con gente que le es fiel al mandato. En Honduras, también se ha cuestionado si el poder judicial está actuando por su cuenta o si lo están usando para ir tras la oposición. Por ahora, da la sensación de que el fiscal general está más atento a los casos que tocan a la oposición que a investigar las movidas raras de los funcionarios del gobierno actual y de los controversiales narco videos, en los que aparece un pariente de la presidenta Castro.
En Venezuela, el régimen de Maduro no ha parado de usar la propaganda para darle una razón a sus políticas y mantener contentos a sus seguidores, mientras pone a meditar a la oposición. En Honduras, hemos visto cómo la situación política se ha puesto más tensa, con ataques seguidos a los opositores y mostrando la política como una pelea entre "los buenos" y "los malos", quitándole valor a los que no están de acuerdo.
Uno de los temas insignia del gobierno de Zelaya-Castro ha sido el "golpe de Estado del 2009", algo que se ha quedado muy grabado en la forma de pensar políticamente del país, basándose en lo experimentado por su amigo Hugo Chávez, quien, en 2002, se salvó de un intento de golpe de estado apoyado por gente de la oposición en Venezuela.
Aunque ese golpe no salió y Chávez se hizo aún más fuerte, el régimen chavista lo aprovechó para hacerse la víctima de un plan de la “oligarquía y el imperialismo”.
De forma parecida, los Zelaya-Castro han seguido contando una y otra vez la historia del golpe de estado de 2009, usando esta retorica para mostrarse como víctimas de un sistema que no les dejó terminar su "plan maestro" de socialismo del siglo XXI.
Si bien Honduras no ha replicado fielmente el modelo venezolano de dominio total del CNE o la represión feroz de la disidencia, se aprecian señales inquietantes que recuerdan las tácticas del gobierno venezolano.
Esto abarca el manejo de los organismos electorales, el desprestigio de los opositores, la instrumentalización del sistema judicial para hostigar a los rivales y la acumulación de poder en el Ejecutivo, así como el uso discrecional de las Fuerzas Armadas.
Los inconvenientes en la recientes elecciones internas del 9 de marzo es un presagio de lo que podría ocurrir en los comicios generales de noviembre.
Nunca antes habíamos presenciado una injerencia tan marcada de las Fuerzas Armadas en asuntos políticos ajenos a su competencia. El artículo 272 de la Constitución hondureña establece que las Fuerzas Armadas son apartidistas y deben dedicarse exclusivamente a la defensa de la soberanía y la integridad territorial. No deben involucrarse en política ni tomar partido en elecciones o en la vida política del país.
No obstante, el Comandante General de las Fuerzas Armadas, General Roosevelt Hernández, da la impresión de haberse convertido en un activista político, lo cual cuestiona la neutralidad de las Fuerzas Armadas, que deben ser apolíticas.
La junta de comandantes y los oficiales de alto rango deberían meditar sobre su papel y recordar que su lealtad es con la Constitución y el pueblo, no con intereses particulares o con un gobierno despótico.
Estas estrategias son un intento evidente de afianzar un sistema político autoritario, parecido al de Venezuela, lo que suscita hondas inquietudes sobre el futuro de la democracia en Honduras.
El "Plan Venezuela" no es un Mito, sino una posibilidad real si los hondureños no vigilamos las artimañas del régimen. Si no denunciamos y defendemos la democracia, podríamos compartir el destino de los venezolanos. Es crucial que los hondureños defendamos nuestra democracia, sin tregua, a toda costa.