Durante la reciente campaña electoral en Honduras, los principales líderes políticos de la oposición, Salvador Nasralla y Nasry Asfura, convergieron en una narrativa marcada por un discurso fuertemente anticomunista. Ambos mostraron una admiración extrema hacia la política de los Estados Unidos, adoptando posturas que reflejan una clara alineación con los intereses norteamericanos.
En vez de presentar propuestas que permitan al país superar el atraso estructural en el que se ha visto sumido históricamente, la estrategia de la oposición se basó en la reproducción de mensajes construidos desde uno de los polos de la confrontación internacional, en este caso, Estados Unidos. De esta manera, la crítica y el ataque se orientaron siguiendo la agenda de intereses externos, dejando de lado la creación de soluciones propias adaptadas a la realidad nacional. Se les olvidó a los políticos conservadores hondureños que en las condiciones actuales la agenda de la política y la economía salida desde el Gobierno de Washington muestra una crisis profunda y una volatilidad a las que los mercados no logran adaptarse. Cuidado y no caigamos en la idealización de una nación que está dejando su condición de unipolaridad en temas económicos, políticos y en valores democráticos.
En Honduras, el sistema político actual evidencia una profunda crisis en el liderazgo, situación que repercute directamente en los procesos electorales. La falta de figuras partidarias sólidas y comprometidas con el bienestar nacional ha provocado que las elecciones se desarrollen en un ambiente de constante incertidumbre.
Las elecciones, lejos de consolidarse como el pilar fundamental de la democracia, se han transformado en escenarios donde prevalece el conflicto y se evidencian las verdaderas motivaciones de los actores políticos. En este contexto, el ejercicio electoral deja de ser una oportunidad para expresar la voluntad popular y se convierte, más bien, en una disputa por el poder, relegando el espíritu democrático y el interés ciudadano a un segundo plano.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, siguiendo una nueva agenda para América Latina recurre a las amenazas y a la acción directa en los asuntos internos de las naciones. La política arancelaria la está utilizando como un garrote para disciplinar a los que no se sujetan a sus designios o sencillamente hacia aquellos que por alguna razón sospecha de su lealtad.
Cuando faltaban pocos días para las elecciones, sin decir agua va, mandó una serie de mensajes dando indicaciones a la ciudadanía diciéndoles por quién debería de ejercer el sufragio y de no hacerlo vendrían consecuencias.
Los mensajes han estado orientados a destacar el papel del candidato Nasry Asfura, señalando que es el candidato que defiende la democracia y que puede evitar que Nicolás Maduro “tome el poder en Honduras”, opinando que Nasralla “no es aliado confiable para la democracia”.
Luego comprobaremos si después de estas elecciones la ciudadanía reafirma sus valores democráticos o, por el contrario, suma más a su frustración de ver una sociedad que se hunde en la miseria.