Podemos definir la obstinación política como el “mantenimiento excesivamente firme de una idea, intención u opinión” política, “generalmente poco acertada, sin tener en cuenta otra posibilidad”, que termina perjudicando a la ciudadanía. La obstinación se da en muchos campos y sectores de la vida humana, pero es en el área política donde resulta más peligrosa y repudiable, como lo demuestran una serie de ejemplos concretos que deseamos abordar.
Empecemos por la negativa de Donald Trump de aceptar la derrota en las últimas elecciones de los Estados Unidos, lo cual a muchos observadores de fuera nos resulta hasta ridículo, sin que entendamos cómo en un país profundamente democrático se puedan dar tales manifestaciones antiamericanas.
Continuemos con la situación que viven los venezolanos, quienes aspiran a tener elecciones libres para sacar a Nicolás Maduro del poder, y restituirle al país un gobierno democrático que aproveche la riqueza petrolera para garantizar el bien común y la prosperidad de todos los ciudadanos. Pero Maduro rechaza y pisotea los derechos electorales de la oposición, sin que le importen las sanciones y críticas internacionales.
Podemos seguir con la postura del actual gobernante de nuestra hermana república de Nicaragua, el ahora dictador Daniel Ortega, cuyo accionar resulta más despreciable que la del asesinado tirano Anastasio Somoza Debayle, debido a que pretende celebrar elecciones sin ningún opositor, porque a todos los está metiendo a la cárcel y reprimiendo o amedrentando de diversas formas.
No podemos tirar piedras al tejado ajeno sin exponer nuestros propios trapos sucios.
El actual gobernante hondureño se obstinó en reelegirse y lo logró, sin importarle que lo impedía la Constitución de la República, ya que el artículo 4 de la misma estipula que: “La alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia de la República es obligatoria”, lo cual fue aviesamente ignorado; además, él se empeñó en instaurar las ZEDE, y también tuvo éxito; aunque ello implicó defenestrar el 80% de una Sala Constitucional y promover que el Poder Legislativo aprobara una Ley Orgánica de las ZEDE que, a pesar de reformas a varios artículos pétreos de la Carta Magna, todavía sigue chocando contra muchas estipulaciones de esa ley fundamental, tales como el 2, 3, 4, 5, 12, 13,19, 59, 60, 81, 83, 107, 172, 173, 177, 206, 300, 301, 304, 321, 329, y 342 para solo enumerar unos pocos.
La obstinación política del actual gobierno y de los que actúan como socios y voceros impide entender que estamos obligados a respetar plenamente la Constitución de la República para dejar de ser la Honduras de acá y parecernos más a la Honduras de allá.