La guerra de los números (epílogo)

  • 26 de septiembre de 2025 a las 00:00

“¿Has visto alguna encuesta creíble reciente? Difícil entender la dinámica actual cuando todas las campañas dicen que están liderando...”. Así me abordó esta semana una amiga periodista extranjera, que había recibido mediciones cuantitativas de al menos dos equipos cercanos a candidatos que participan en la carrera presidencial hondureña. Mi respuesta fue una advertencia: “Por favor, no vayas a sacar un promedio entre ambas, ni aun agregando cualquier otra adicional”, consciente que podía verse tentada a hacer lo que es usual en otros países que cuentan con suficientes encuestadoras, entre ellas instituciones académicas.

A diferencia de lo que ocurre en otros lugares del continente, entre ellos los Estados Unidos, acá hay escasez de encuestadoras disponibles y creíbles que distribuyan información periódicamente para “tomar el pulso” a la nación. Con excepción de un par de sólidas marcas comerciales locales, una institución de sello religioso y alguna empresa de la región -que luego de ser frecuente se ha ausentado del mercado nacional por inusuales “compromisos de exclusividad” oficial-, los medios de comunicación, los académicos y el público en general no disponen de estudios de opinión pública que sirvan para entender mejor el contexto político, económico y social y hacer algún mínimo de prospectiva.

Encuestas ómnibus -que recopilan datos sobre variados ítems durante una misma entrevista- se han vuelto escasas, porque necesitan tener auspiciadores (clientes) por sus costos, pero también por la persistencia de una cultura política que ve con desdén los datos estadísticos para orientar la toma de decisiones, desde el poder o desde sus antípodas. Los más importantes medios de comunicación del país solían contratarlas, pero la práctica cayó en desuso recientemente. Por lo tanto, fuera de los propósitos de investigación académica y de mercados que son de circulación más restringida, debemos esperar cada cuatro años para ver encuestas de opinión y pasar de la casi inexistencia de reportes a una repentina “oferta” de “detallados” informes, a cual más lleno de coloridos gráficos, tablas y sesudas conclusiones. No incluimos acá esos “sondeos” improvisados hechos en la calle por reporteros, al primer parroquiano que pasa, o en redes sociales -con supuesto rigor estadístico y marcas reputadas- pero con notables sesgos de confirmación y cuestionarios inapropiados.

Con excepción de los estudios de opinión pública anuales del Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación (ERIC) de la Compañía de Jesús, estudios serios como el que desarrolló por casi dos décadas la Universidad de Vanderbilt, con su “Barómetro de las Américas” (LAPOP), posiblemente no existan más, debido a los recortes presupuestarios para cooperación en Estados Unidos.

Así que cuando vea a políticos y sus achichincles hablar de lo bien que van en las encuestas, recuerde que es parte de su campaña para convencerlo de votar por ellos. “Soldado avisado, no muere en batalla”

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