La guerra de los números (1/3)

"Las encuestas pasan por malos o buenos momentos, dependiendo de su precisión en una época en la cual medir la opinión pública es más díficil que antes"

  • 05 de septiembre de 2025 a las 00:00

Margen de error. Niveles de confianza. Población (universo). Diseño muestral. Tamaño de la muestra. Cobertura geográfica. Marco muestral. Control y supervisión. Tipo de estudio.

Algunos de los datos anteriores forman parte de la ficha técnica que debe acompañar un ejercicio responsable de medición cuantitativa de opinión pública (encuestas).

Poca gente revisa esta sección de esas herramientas, así como pocos esperan en la sala de cine hasta ver los créditos al terminar un filme, pocos leen la introducción, prefacios y notas al pie de página, y solo una minoría revisa las instrucciones de un aparato nuevo, antes de usarlo (siempre hay excepciones, como en las películas del Universo Marvel, cuando hay buen hábito de lectura y si se trata de compras con garantía).

De manera intencionada hemos dejado por fuera tres o cuatro elementos que, por no parecer relevantes, tampoco se leen ni se repara en ellos: el objetivo de la encuesta, el período de recolección, el análisis realizado y, algo que no es cosa menor, la forma de recoger la información.

Lo anterior es de suma importancia porque -aún en período electoral- la práctica de encuestas tiene distintas finalidades, los resultados pueden variar dependiendo de la temporalidad en que “se toma la fotografía” de la realidad observada, el análisis puede verse influenciado por sesgos y la calidad de la muestra es muy susceptible al método empleado para recoger los datos.

Conozco muchas personas que no degustarían un producto comestible empacado o embotellado sin ver los ingredientes que lo conforman y, menos, si la fecha de vencimiento ya ha ocurrido en el calendario.

Si tienen alguna dolencia o son cuidadosos de su salud, se cuidarán de consumirlo si los componentes son contraindicados y serán mucho más precavidos si quien los recomienda no es una voz autorizada o tiene un interés muy marcado en venderlo como un elixir de la vida o la panacea universal.

“La desconfianza es madre de la seguridad”, diría desde la antigüedad Aristófanes y mi abuela, más campechana y menos griega, “ni fíes ni confíes, ni prestes ni des”.

En otras latitudes, las encuestas pasan por malos o buenos momentos, dependiendo de su precisión en una época en la cual medir la opinión pública es más difícil que antes. No obstante, ejercicios estadísticos serios, llevados a cabo por importantes empresas encuestadoras en los Estados Unidos, fueron capaces de anticipar con justeza los números finales de las elecciones de 2022 y 2024.

Que en elecciones recientes -como la boliviana y la guatemalteca- las mediciones no hayan podido anticipar el avance triunfal de un candidato sin posibilidades, no resta a las encuestas su utilidad en el diseño de campañas políticas ni en el análisis político de un ciclo electoral competitivo.

De hecho, su acierto en elecciones norteamericanas ha llegado a estimarse en números cercanos al 80% entre 1998 y 2022.

Es importante que hablemos de esto, a partir de la “guerra de encuestas” (y sus dispares números) de las últimas semanas. (continuará).

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