El cardenal Robert Prevost, elegido como papa León XIV, es visto como un progresista moderado que ha mantenido la prudencia en público, pero ha suscitado debates sobre temas clave, como se resume a continuación:
Aborto y eutanasia: Mantiene la postura tradicional de la Iglesia contra la interrupción del embarazo y la eutanasia. En 2021 apoyó la carta de los obispos del Perú que rechazaba la decisión judicial que autorizó la muerte digna de Ana Estrada Ugarte, subrayando el “derecho inalienable a la vida”.
Celibato y ordenación de mujeres: No se ha pronunciado sobre el celibato obligatorio, pero en 2023 rechazó la ordenación de mujeres al clero, advirtiendo que “clericalizar a las mujeres” podría crear nuevos problemas.
Derechos LGTBI+: Aunque Francisco autorizó bendiciones a parejas del mismo sexo, Prevost ha insistido en respetar las “diferencias culturales” y otorgar cierto margen de maniobra a cada conferencia episcopal. En 2012, su discurso era aún más tradicional y criticaba la simpatía mediática hacia estilos de vida homosexuales.
Doctrina social y estilo papal: Al elegir el nombre León XIV, homenajea a León XIII y a San Francisco de Asís, reflejando una continuidad con la opción preferencial por los pobres y la misión en zonas empobrecidas. Compartió con Francisco su experiencia como misionero en Perú y su afinidad con la Teología de la
Liberación.
Gobierno de la Iglesia: Propone una Iglesia sinodal donde todos los bautizados puedan participar en discusiones
doctrinales, aunque ha recuperado símbolos papales
(muceta, estola, roquete) para calmar a los sectores más
conservadores.
Cambio climático y lucha contra abusos: Comparte la urgencia de pasar de la palabra a la acción en la crisis ambiental, insistiendo en una relación de “reciprocidad” con la naturaleza. En Perú, apoyó a las víctimas del Sodalicio y las investigaciones periodísticas que destaparon abusos, un paso crucial para la transparencia y la justicia.
En definitiva, el pontificado de León XIV se perfila como una combinación sutil de continuidad y renovación. Por un lado, retiene con firmeza los principios esenciales de la doctrina católica -la oposición al aborto y a la eutanasia, el celibato sacerdotal y la definición tradicional del sacerdocio-, lo que otorga estabilidad al magisterio frente a quienes reclaman cambios bruscos. Por otro, asume con convicción el legado social y ecológico de su predecesor, reforzando la opción preferencial por los pobres y urgiendo a una conversión ecológica que transforme la relación entre humanidad y naturaleza.
Su énfasis en la sinodalidad y en la “Iglesia caminante” revela una apuesta por la participación amplia de fieles, señales de democratización interna que, matizadas por gestos como el uso de insignias pontificales, buscan equilibrar expectativas de progresismo y de respeto a la tradición.
Asimismo, su atención a la pluralidad cultural evidencia un pontificado que pretende armonizar convicciones universales con realidades locales diversas.
Frente al desafío de las tensiones ideológicas internas, León XIV deberá mantener ese delicado equilibrio entre prudencia y valentía: preservar la unidad de la Iglesia al tiempo que la impulsa hacia una mayor justicia social y ambiental. Su experiencia misionera y su compromiso con la transparencia en casos de abuso apuntan a un liderazgo personal cercano y exigente, capaz de acompañar al pueblo católico en un momento histórico que reclama, más que nunca, una fe viva, dialogante y comprometida con el bien común.