La Revista del Archivo y Biblioteca Nacionales en año desconocido, volumen que nadie sabe, excepto página 218, reproduce un documento de profunda y dolorosa condición humana. Es la carta o “manifestación” pública donde la madre de Francisco Morazán solicita con avergonzada humildad que el gobierno de entonces (1840) le devuelva una porción de los beneficios derivados de las escasas propiedades que dejara su hijo y que confiscaran por causas políticas. Gobernaba (vuelve la conserva) un derechista, Francisco Zelaya y Ayes, primer presidente constitucional desde septiembre 21 de 1839 hasta el 1 de enero de 1841.Antes hubo hechos bochornosos.
Juan José Alvarado recibió el mando el 15 de abril 1839 pero lo renunció el 27, como previo lo hizo el más breve mandatario, Felipe Neri Medina Córdova, quien designado el 13 de abril de ese año renunció el 15. Luego vendría lo peor para la República, el exmorazanista, sastre, sacristán, militar, abogado y político Francisco Ferrera, presidente constitucional que toma posesión el 1 de enero de 1841.“Su gobierno se dedicó a restablecer los privilegios de las clases dominantes y matar el proyecto morazanista.
Reabrió el Colegio Tridentino en Comayagua, habilitó el Puerto de la Paz (San Lorenzo), reorganizó el ejército y revivió los diezmos abolidos en 1829”. En 1843 ordenó restituir los bienes a la Iglesia. Los levantamientos de Texíguat, Tegucigalpa, Liure, El Corpus y Danlí tuvieron a su administración combatiendo a los insurrectos liberales. Finalizó su segundo mandato en diciembre de 1844.
La materna carta comunica que ella no se entromete en cuestiones políticas pero que: “comparece diciendo que desde que mi espresado hijo se separó de esta Ciudad (ortografía antigua) para servir destinos públicos en Guatemala y El Salvador he estado atenida a una escasa renta con q. aquel me asistía para mi mantenimiento y de mi familia (pero) desde que comenzó la guerra contra el Estado, se me suspendió aquella subministración y he quedado sin recurso alguno para subsistir: tengo setenta y ocho años que me impiden trabajar para mi mantenimiento: no poseo bienes algunos porque los pocos con que contaba, fueron concluidos (agotados) antes del fallecimiento de mi marido; no tengo yo ni familia en menor participio (sin participar) en negocios públicos y el vecindario de Tegucigalpa, sin excepción de una sola persona, puede ser testigo de mi conducta silenciosa y neutral (sin activismo) con que he logrado el aprecio de todos en mérito (a pesar) de la efervecencia (sic) en los partidos; pues aun he ignorado el estado de las cosas (ni sé qué pasa)”.
“En esta virtud (así) y en la que mi citado hijo ha emigrado y posee algunos bienes de que justamente (se burla) dispone el Gno. (gobierno), para los gastos de guerra (las propiedades de Morazán pagan la guerra), he creído conveniente ocurrir (acudir) a la bondad del mismo, a fin de que sirva mandarme subministrar en ganados o en dinero la suma que juzgue conveniente para subvenir a mis crecidas indigencias” (...) “Suplico” concluye “os sirváis oyr mi manifestación nacida de la necesidad que padezco, decretando lo que sea de justicia”...
Histórico y triste padecer de las madres de los héroes, vigente incluso hoy.