La doctrina Monroe surge en diciembre de 1823. En el mensaje anual, el presidente James Monroe de los Estados Unidos anunció que el hemisferio occidental no sería colonizado por ninguna potencia europea y que cualquier intervención sería vista como un acto hostil, estableciendo a EE.UU., sin que nadie se lo pidiera, como garante de la independencia de los países americanos. En el fondo, esta doctrina sirvió para justificar la expansión de la nación del norte sobre el resto del continente. “América para los americanos”, frase que posteriormente empezó a repetirse, aunque en la práctica y por la razón de la fuerza, esto debería entenderse como América para los Estados Unidos.
Con motivo de los 200 años de la doctrina Monroe, el gobierno norteamericano dio a conocer un comunicado con el cual reafirmó su compromiso con este sostén de la política exterior de EE.UU., agregando nuevos elementos, un corolario Trump, que busca reformular el papel de Washington en el continente. El documento llamado “Nueva Estrategia de Seguridad Nacional 2025” busca restaurar aquella vieja política, pero también incorpora elementos nuevos, como la seguridad fronteriza, competencia económica y un propósito de dirigir o influir en el destino regional. “No podemos permitir que ninguna nación sea tan dominante que pueda amenazar nuestros intereses”, dice el documento de Seguridad Nacional (ESN) 2025.
En el documento se señala la necesidad de que EE.UU. restablezca la preeminencia hemisférica, trazando líneas de acción para Asia, Europa, África y Medio Oriente, pero insistiendo que el foco central debe ser el continente americano. Por medio de esta reinterpretación de la doctrina Monroe se reafirma el derecho de EE.UU. a intervenir militarmente en los asuntos de América Latina y el Caribe. La prioridad vuelve al hemisferio y a los desafíos que la Casa Blanca considera como vitales, migración masiva, crimen trasnacional, expansión china y rusa.
“La era de la migración masiva debe terminar” y los países vecinos deben de colaborar o enfrentar sanciones, según el planteamiento de la administración Trump.
El planteamiento va más lejos y condena la lucha de los ambientalistas por el problema de la contaminación que se debe a la concentración de los gases de efecto invernadero en la atmósfera. El tema político electoral tampoco es ajeno a esta nueva orientación de la doctrina Monroe.
Preocupa que el caso de Honduras, en un proceso electoral que no termina de aclararse, el gobierno norteamericano presionó al electorado para que votara en favor de uno de los candidatos, presión que vino cargada de amenazas. Ya en algunos medios de la región, al hablar del avance de la democracia o de la derecha en el continente, sale como uno de los logros el triunfo de Nasry Asfura, aun cuando el organismo electoral no ha declarado ganador.
Con una cierta satisfacción el presidente Trump ha dicho sobre las elecciones en Honduras: “Apoyé a alguien que no iba en la delantera y ganó”.
Un nuevo zarpazo a la democracia se está poniendo en marcha en América Latina y el Caribe.