El odio en los tiempos de elecciones

El odio es una emoción compleja que puede surgir como una respuesta a factores como el miedo, la incomprensión, el sectarismo, la percepción de amenaza o como resultado del dolor

  • Actualizado: 02 de septiembre de 2025 a las 00:00

Leí alguna vez en un devocionario que el odio es un perro rabioso que se vuelve contra su propio amo.

El odio, emoción extrema, es parte de la naturaleza humana que surge frente a variadas circunstancias. En la profundidad de su ser el que odia también sufre. Es uno de los sentimientos más negativos que puede experimentar el ser humano; capaz de provocar conflictos fatales.

El odio es una emoción compleja que puede surgir como una respuesta a factores como el miedo, la incomprensión, el sectarismo, la percepción de amenaza o como resultado del dolor y la traición. También puede ser una manifestación de la frustración acumulada, donde el individuo proyecta su ira hacia un objeto externo, en un intento de desviar su propio sufrimiento.

Un sólo individuo con influencia y liderazgo puede hacer surgir este destructivo sentimiento a personas, grupos u organizaciones a las que pertenezca. La psicología social sugiere que las entidades grupales pueden intensificar la hostilidad hacia otros, alimentando el desprecio hacia aquellos que son percibidos como diferentes en términos de raza, religión, ideología o cultura. Esta dinámica puede generar un ciclo de odio facilitando la creación de prejuicios que alimentan la antipatía.

Los prejuicios no solo afectan a las personas primariamente implicadas, se proyecta a la sociedad polarizándola, lo que puede llevar a enfrentamientos violentos. En el contexto de la campaña electoral que hoy vivimos, este peligroso sentimiento se cultiva con creces por políticos de los partidos en contienda, alimentados por grupos externos, organizaciones privadas y públicas, redes sociales; con ataques verbales y teatrales destilando insulto, burla, mentira, difamación, descalificación, denigración; epítetos que son asimilados por algunos comunicadores y manipulados con alevosía para catalizar y potenciar la diatriba en programas de alta audiencia pública; perspicazmente diseñados y dirigidos encubriendo el sesgo con ínfulas de veracidad.

Presentaciones de noticias, documentales, debates dejaron de ser tales y como dice el exvicepresidente de los EE.UU. Al Gore, en uno de sus libros, se convirtieron en espectáculo circense. En nuestro país, han intoxicado el ambiente político exacerbando cada día el enfrentamiento violento con expresiones y acciones ofensivas teatrales como los “féretros del pollo”. El odio con sus prolegómenos finamente manejados no es sólo una emoción individual, puede llegar a ser un fenómeno colectivo que amenace la paz y la estabilidad. Los que conocen la historia saben que la retórica del odio ha sido utilizada a lo largo de los tiempos para justificar guerras, genocidios y desplazamientos forzados, dejando un legado de sufrimiento y destrucción.

En nuestro medio la narrativa del odio se está utilizando como instrumento para infundir incertidumbre, miedo y vacilación, con propósitos de inclinar la balanza electoral en favor de los intereses elitistas de los promotores del pecaminoso sentimiento.

Las redes sociales ejercen un papel determinante. Han amplificado la difusión del odio, permitiendo que mensajes sectarios cargados de infamia se propaguen rápidamente, contribuyendo a la radicalización y a la deshumanización de las militancias partidarias y por extensión a la población general

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