l ecocidio es el deterioro del medio ambiente y de los recursos naturales como consecuencia directa e indirecta del hombre sobre los ecosistemas, los que al ser deteriorados van degradando la vida sobre la tierra poniendo en peligro la existencia del mismo ser humano.
Las estadísticas revelan que el 20% de la humanidad es responsable del 80% de las agresiones contra la naturaleza. El planeta pierde su piel vegetal, la tierra no puede absorber ni almacenar el agua de las lluvias, la frágil y rica capa de vida en el suelo es transportada inmediatamente fuera de las zonas de producción, causando pobreza y calamidad. Se multiplican las sequías y las inundaciones, mientras desaparecen las selvas tropicales.
El capital financiero y las leyes del mercado no reconocen fronteras ni diferencian culturas milenarias; las fronteras existen solo para detener la mayor migración que la humanidad ha conocido, el movimiento continuo de los pueblos de Centro y Sur América, de África, de Asia; la destrucción de los bosques nos afecta a todos.
De no hacer nada, el planeta completo camina inexorablemente hacia el ecocidio. La tierra se contamina y la capacidad de regeneración de los recursos naturales no es compatible con la voraz velocidad del consumo y la destrucción.
Han surgido pactos para detener el calentamiento global como la Cumbre de Río, el Protocolo de Kioto, el Encuentro de Copenhague, el Acuerdo de París y actualmente en la ONU 74 la Cumbre del Clima del 23 de septiembre 2019, y vendrán otros con el mismo espíritu, pero como letra muerta. Solamente se vivificarán si los gobernantes, los industriales emisores de gases, agricultores y toda la humanidad se comprometen -junto a la fuerza de la voluntad política y económica- a cumplir las alianzas para garantizar la vida del hombre.
El sistema industrial del último siglo e inicios del presente ha venido destruyendo la vida del planeta de forma irreparable. Tal revolución industrial abrió una válvula de emisiones descontroladas de gases tóxicos que causan directamente el efecto invernadero, son estos: dióxido de carbono, óxido nitroso, metano, hexafluoruro de azufre, hidrofluoro-carbonos y perifluoro-carbonos.
El poder contaminante en el planeta, solamente Estados Unidos de América y China suman el 42% del total de emisiones. Ahora, Brasil, India, Indonesia, la Unión Europea y México el 58% restantes. Es bueno afirmar que estos gases causan efecto invernadero y este a su vez provoca el calentamiento global o cambio climático que conlleva al aumento de la temperatura media del planeta, elevación del nivel del mar, calentamiento oceánico y su acidificación y el deshielo ártico.
El calentamiento global llevará a la extinción de plantas y animales, a la desaparición de aldeas, caseríos, inundación de ciudades costeras, sucesos meteorológicos extremos, sequías, inundaciones y expansión de enfermedades.
El hombre debe frenar el calentamiento global, debe parar su propia destrucción, debe abandonar su codicia y dar cabida a la razón equilibrada para dar paso a la preservación de la especie humana, especies del reino animal y vegetal.
Los gobernantes e industriales de los países llamados desarrollados e industrializados han mostrado desprecio hacia la vida misma. El poder económico y político y las riquezas les han cegado el entendimiento impidiéndoles tener el enfoque correcto: que, si colapsa el planeta, ellos perecerán con sus riquezas y desde luego con toda la humanidad.
Pero no todo está perdido, existen esperanzas, orar a Dios en primer lugar y adoptar cambios para evitar el calentamiento global y enfriar el planeta, crecer en energías limpias desarrollando la producción de energía solar, hídrica, eólica, geotérmica, marina y otras. Promover campañas contra la deforestación y a favor de la forestación, invertir en la agricultura dando atención especial a la agricultura en pequeña escala, porque sus formas de producción no emiten gases de efecto invernadero, sino que los absorben, ahorran agua y conservan los suelos.
Ciertamente, el trabajo sucio lo hacen los países industrializados, con su alta emisión de gases de efecto invernadero que determina el calentamiento global y sus consecuencias funestas. Estas naciones deben pagar la factura a las naciones no emisoras invirtiendo en políticas, proyectos, programas orientados a alcanzar el enfriamiento global y la prevención de desastres, consecuentemente buscar el equilibrio de los ecosistemas que permitan la sostenibilidad de vida del planeta. Queda planteado
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