En el ámbito laboral, hay roles que exigen una preparación específica y un liderazgo claro. Para dirigir un barco o pilotear un avión, se requiere ser capitán, para tomar decisiones que garanticen llegar o aterrizar en un puerto seguro y sin contratiempos. Sabemos que una mala decisión puede desviar el rumbo e incluso poner en riesgo la vida de los pasajeros. Sin embargo, cuando se trata de sistemas de producción agrícola, pareciera que por conveniencia olvidamos esta lógica: pretendemos imponer horarios y reglas rígidas a “procesos”, que, por naturaleza, escapan al control humano. Imaginémonos por un momento exigirle a una vaca que dé a luz a una hora exacta, como si fuera una máquina programada. ¿Qué hacemos cuando enfrentamos problemas de parto? ¿Le decimos que se “apure” porque ya está fuera de nuestra agenda? Lo mismo ocurre con una cerda a punto de parir: no podemos indicarle que lo haga en horas de la mañana o que tiene prohibido parir los sábados o domingos, solo porque nos conviene. La naturaleza no se somete a nuestros relojes ni a nuestras agendas. Esta mentalidad de querer estandarizar lo que es intrínsecamente impredecible no solo delata una desconexión profunda con la realidad del campo, sino que también expone una ignorancia sobre el funcionamiento de los sistemas vivos. En la agricultura no basta con ser un “jefe” que da órdenes; se necesita ser un capitán que entienda la dinámica de su entorno, que sepa leer las señales del clima, del suelo y de los animales, y que tome decisiones en función adaptadas a esas circunstancias. Forzarle un horario a una vaca o a una cerda para que dé a luz puede atrofiar el parto, generando estrés, pérdidas económicas y una producción menos sostenible. Es momento de aceptar una verdad incómoda: dirigir un sistema de producción agrícola no tiene nada que ver con supervisar una línea de embalaje en una fábrica. La naturaleza opera con su propio compás, uno que no se mide en minutos exactos ni en turnos de ocho horas. Pretender ignorarlo es tan absurdo como pedirle a un barco que navegue sin viento o un avión que despegue sin combustible. Un piloto no lucha contra las corrientes de aire, más bien las aprovecha. De la misma forma, quienes trabajan la tierra y crían animales han aprendido a navegar con los ciclos de la vida, no contra ellos. Solo así lograremos que nuestra “nave” agrícola llegue a puerto seguro, no gracias a la tiranía de un reloj, sino al respeto a las leyes naturales, que al final, son las que nos sostienen.
El campo no usa agenda
Para dirigir un barco o pilotear un avión, se requiere ser capitán, para tomar decisiones que garanticen llegar o aterrizar en un puerto seguro y sin contratiempos
- Actualizado: 08 de abril de 2025 a las 00:00
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