En Honduras, la división política y social es evidente. A pesar de ser hondureños y formar parte de una misma nación, nos encontramos profundamente divididos. Tristemente, la política, en lugar de acercarnos, nos ha alejado.
La polarización político-partidista se refleja en el Congreso Nacional: los proyectos de ley no avanzan porque los diputados rara vez logran ponerse de acuerdo. Además, la Junta Directiva no convoca con regularidad a los parlamentarios para sesionar, lo que agrava la baja producción legislativa.
Una nación dividida no va a ningún lugar. Sacar a Honduras de dónde se encuentra no es trabajo solo de un presidente de la República, ni únicamente de los ministros o diputados; es responsabilidad de todos los sectores.
Sin embargo, hay grupos que se alegran de los fracasos de los gobiernos porque les sirve para criticar y posicionarse.
Por otra parte, los gobiernos no priorizan los temas que deben priorizar; en lugar de ello, manejan discursos de odio y promueven la división social. Desde el propio poder se fomenta una cultura de violencia: un gobierno que ataca a la sociedad que exige y una oposición que celebra fracasos y genera campañas de desinformación.
Las personas que pagamos los platos rotos de ese descontrol somos todos como nación.
¿Qué podemos hacer? Debemos identificar que nuestro enemigo no es un partido político ni una persona en específico; debemos comprometernos con causas.
Por ejemplo, el enemigo común de los hondureños no debe ser la selección de fútbol de México; debe ser la corrupción, el narcotráfico y la ineficiencia. Debemos ser duros con esos temas y, al mismo tiempo, amables con las personas.
Hay una filosofía sencilla de entender y aplicar: ser duros con los problemas, pero amables con la gente.
Debemos llamar a la reflexión y tomar acción, pero no podemos pretender que atacando a sectores sociales -la prensa, la policía, los partidos políticos- construiremos una nación. No metamos a todos en el mismo costal: seamos duros con los responsables del caos en Honduras.
No podemos decir que todos los empresarios no pagan impuestos, ni que todos los políticos son corruptos, y mucho menos que un partido político es el problema del país.
El problema del país descansa en personas que, cuando han tenido la oportunidad de tomar decisiones a favor de Honduras, decidieron la corrupción o priorizar sus intereses personales o ideológicos.
Con esas personas debemos ser constantes en la denuncia, pero también en la propuesta. En Honduras hay quienes aspiran al poder solo para criticar sin proponer nada; con ellos debemos tener cuidado.
Seamos duros con los corruptos y con el crimen organizado, pero tengamos un proyecto común: la Honduras que queremos no se construirá en medio de este circo.