En la víspera de la sucesión en el mando presidencial, el 27 de enero de 2026, se vuelve indispensable tener claro lo que los nuevos administradores, especialmente del Poder Ejecutivo, recibirán de sus antecesores.
La deuda pública externa se ha quedado como deuda eterna. Y el tema de fondo sigue siendo si todo ese dinero ha servido para salir de la postración del subdesarrollo o si por el contrario, al usarse mal, nos ha hundido aún más y, si el cumplimiento de esos compromisos se convierte en un obstáculo prolongado para atender a las poblaciones víctimas de ese subdesarrollo. Persisten verdades y mentiras sobre el tema de la deuda pública.
Cuando hablamos de montos excesivos de deuda pública interna se puede mencionar lo que ocurrió solo en el año 2009, cuando aumentó desde unos US$890 a US$2,136 millones (equivalentes en aquel momento a aproximadamente a L17,000 y L40,000 millones). Esa época marcó el inicio de una escalada de incremento que llegó en los años recientes a unos US$7,800 millones, más de los L200,000 millones. Aun habiéndose pagado fuertes compromisos con altos intereses, todavía se adeudan US$8,440.8 millones calculados a septiembre de 2025 (aproximadamente unos L233,397.1 millones). Con una tasa promedio ponderada de un 10% a un plazo promedio de 7 años.
A diciembre de 2021, el saldo de la deuda externa era de US$8,290.7 (L201,464 millones) y hasta septiembre de 2025 de US$9,286.2 millones (unos L242,370 millones). Es decir, un aumento aproximado de US$1,000 millones en un poco menos de cuatro años. En febrero o marzo de 2026 sabremos la cifra más real.
Lo que recibió el Gobierno de Xiomara Castro no fueron US$20,000 millones de saldo de la deuda pública total. Se ignora todavía cuál fue el origen o de dónde provinieron las directrices para repetir dicha narrativa. En todo caso, es innegable que la deuda creció abruptamente desde el año 2012 en adelante. El saldo recibido fue de US$15,700 millones, sumados la deuda externa y la interna. Siempre fue un saldo inmenso pero algo distante de los tan mencionados US$20,000 millones.
Mas allá de esa “discrepancia” -intencional o no-, el punto es que en una primera aproximación, la administración de la primera mujer presidente dejará un saldo de deuda pública total de US$17,700 millones (contabilizados a septiembre del ultimo año de gobierno). Son 2,000 millones de dólares más que aumentaron a pesar de los altos pagos de servicio que se hicieron puntualmente entre los años 2022-2025. Dicho en otras palabras, se dejará un saldo todavía más alto del inmenso saldo se recibió, a pesar del enorme sacrificio fiscal que se tuvo que hacer para “gozar” de calificaciones de “buen” pagador. Lo decimos que pronósticos conservadores pero el saldo definitivo lo tendrá que publicar el nuevo gobierno en el primer trimestre de 2026.
Habrá que seguir auscultando el uso de todos esos créditos recientes y anteriores para evaluar el impacto favorable en la situación del país. De igual manera, para tomar conciencia de los daños que han ocurrido con préstamos mal concebidos, excesivos y mal utilizados por diferentes titulares en entes del gobierno central o del sector descentralizado, incluyendo las empresas públicas.