Derrota de Noboa y cuarta urna

El gobierno liberal de Zelaya era débil y había llegado al poder con un bajo porcentaje de votación

  • Actualizado: 26 de noviembre de 2025 a las 00:00

Los resultados de la consulta del 16 de noviembre convocada por el gobierno ecuatoriano de Noboa deben servir de reflexión para toda América Latina, independientemente del signo ideológico de los protagonistas. Aun habiendo alcanzado la presidencia con amplia mayoría, esa misma mayoría rechazó en consulta popular todas sus pretensiones para contar con mayor poder para sus objetivos políticos.

Retomando la interrogante ya planteada respecto a si, en realidad, la propuesta de la cuarta urna hubiese sido aceptada por el electorado en noviembre de 2009. Dadas las condiciones del gobierno y el ambiente socio-político en aquella época en Honduras, lo mas probable es que la respuesta popular hubiese sido de claro rechazo a esa propuesta del régimen de turno. Les hubiese ido igual o peor que a Noboa.

El gobierno liberal de Zelaya era débil y había llegado al poder con un bajo porcentaje de votación, reforzado con un alto abstencionismo. Mostró algunos aciertos pero predominaba su comportamiento errático, tradicionalismo político y fuerte improvisación. Ciertamente, en noviembre de 2005, apenas el 25% del padrón electoral había votado por los liberales con un abstencionismo del 45% del censo electoral.

Agregado a esto, dado los coqueteos con el gobierno de Chávez habían creado anticuerpos en un porcentaje significativo de esos mismos votantes liberales no obstante que para esa época, el gobernante venezolano todavía contaba con un significativo apoyo del electorado bolivariano. Mucho menos, se podía contar con el voto favorable del Partido Nacional y de otros sectores sociales representativos de la mayoría conservadora que aun caracterizaban a la población hondureña.

En otras palabras, en caso de haberse llegado a ese punto de incorporar en los comicios generales la propuesta de la “cuarta urna” no hubiese tenido prácticamente posibilidades de ser aprobada. Ante la insistencia del gobierno de Zelaya y su grupo de seguidores, la pretensión de convocar a una constituyente pudo haber sido detenida contundentemente por la vía democrática sin necesidad de llevar al país a una debacle como ocurrió con el golpe de Estado en junio de 2009 y que de todos modos no detuvo el movimiento político melista, al contrario, lo victimizó y lo conectó con el sentimiento de rebeldía subyacente en gran parte de la población. De hecho, de no haberse dado el derrocamiento, no hubiese habido motivaciones ni aliento para un movimiento de resistencia, ni menos todavía, para llegar a la creación de un nuevo partido político con opciones reales de ascender en algún momento al poder.

Hace mucho que debimos haber aprendido que la democracia se defiende con más democracia, en lugar de impedirla. Eso nos dice la experiencia latinoamericana de los últimos años y meses.

En el presente, es una lastima que el 30 de noviembre los hondureños no aprovechemos para consultar y decidir democráticamente sobre temas trascendentes o polémicos que han sido manoseados por algunos politiqueros que presumen de “representar” la voluntad popular. Por ejemplo, el ya saliente presidente de facto del Congreso Nacional golilló hace meses con consultar sobre reformas tributarias y otras materias pero quedó en eso, en una llamarada de tusa y no pasó de una asonada tamborilesca. Pagaremos por elecciones carísimas y de baja calidad, sin la certidumbre de avanzar

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