A partir del establecimiento de la Asamblea Nacional Constituyente en 1981 y luego la primera elección presidencial, Honduras ha tenido 10 gobernantes incluida la actual presidenta; en el ínterin un golpe de Estado y una reelección presidencial abiertamente ilegal.
En el año 2009 el gobierno constitucional liberal de Manuel Zelaya fue derrocado por su mismo partido en alianza con el Partido Nacional y otros poderes fácticos; instalándose doce años de gobiernos nacionalistas autoritarios, deshonestos, ilegal e ilegítimo el segundo período de JOH.
La corrupción se manifestó como nunca en la historia moderna de los gobiernos hondureños con el saqueo del IHSS, el caso Pandora, la red de diputados, el caso de la primera dama y el hermano del presidente, los hospitales móviles durante la pandemia y un sinnúmero de ilícitos dejados pendientes por la Maccih; hoy en la impunidad. No menos vergonzoso e indignante la conversión de Honduras en un narco-Estado.
El año 2021 un nuevo partido, Libre, nacido en las calles de Honduras en medio de una lucha por la constitucionalidad y la democracia, ganó demoledoramente las elecciones generales, interpretándose aquello como un no rotundo del pueblo a la continuidad de un narco-Estado sostenido doce años por una alianza entre liberales y nacionalistas en el Congreso Nacional; lo que hoy se conoce como la unidad de propósito y de hecho: el libero-nacionalismo.
Libre surgió en el fragor de la lucha callejera en respuesta al derrocamiento de Zelaya; buena parte de su base y muchos de sus cuadros locales, regionales e intelectuales representan el desprendimiento de la corriente progresista del centenario partido, constituida y nutrida por los fundamentos ideológicos de la izquierda democrática de Ramón Villeda Morales, la Alianza Liberal del Pueblo (Alipo), el Movimiento Liberal Democrático Revolucionario (M-Lider) cuyas ideas son las que hoy le dan sustento al proyecto político de Libre a juzgar por la minuta doctrinaria de ese partido, que no es más que un liberalismo progresista que lucha contra la desigualdad social, la impunidad, la injusticia que no un socialismo, pues el actual y futuro régimen continuará sosteniéndose en las instituciones liberales; su modo, medios y relaciones de producción capitalistas; la vigencia y apoyo a la iniciativa y propiedad privada; orientándose a un modelo económico democratizador incluyente y justo.
De ahí, que la decisión del pueblo hondureño, especialmente los nuevos votantes y los independientes deben focalizar su atención en la propuesta económica que traerá justicia tributaria, equidad, inversión nacional y extranjera no alienante, educación integral, fortalecimiento y cualificación y no privatización de los servicios públicos estratégicos; un sistema de salud primario-hospitalario eficiente, profesionalmente calificado y materialmente abastecido.
La decisión será entre retornar a las prácticas pasadas de corrupción cotidiana, impunidad perpetua, violación de derechos humanos y leyes y venta del territorio o un gobierno honesto que ejecute reformas estructurales en el modelo económico existente, favoreciendo el acceso del pueblo al crédito justo y la edificación de una democracia directa y participativa.
Esta elección del 30 noviembre será el punto de quiebre en la historia político-electoral hondureña; o nos quedamos con la noche más oscura antes del amanecer o nos vamos con ese amanecer de cara a los desafíos del siglo XXI, que marcará a las próximas generaciones y creará las bases para la justicia verdadera, institucionalidad, honestidad y prosperidad.