Contemplativos

No quisiera caeren la falacia de que todo tiempo pasado siempre fue mejor, pero estoy de acuerdo en que los tiempos modernos han contribuido a queno contemplemos

  • 07 de octubre de 2025 a las 00:00

Yo creo que hemos perdido la capacidad de contemplación. Es más, puede que alguien llegue a ver esta cualidad como un defecto. A mí, por ejemplo, en un instituto de formación se me hizo ver, a manera de observación, que caminaba muy despacio. De lo que por cierto, hoy me siento muy orgulloso. Me gusta ver lo que hay a mi alrededor y me gusta pensar mientras camino. Tal vez en otro momento les hable de eso.

No quisiera caer en la falacia de que todo tiempo pasado siempre fue mejor, pero estoy de acuerdo en que los tiempos modernos han contribuido a que no contemplemos. Pienso en un par de casos concretos.

Ahora, la canción que nos gusta la podemos reproducir a placer, la mayoría de las veces en una plataforma y, por un módico precio, hasta nos podemos saltar los anuncios.

Anteriormente, teníamos un par de dificultades para poder repetirla cuanto quisiéramos. Si alguien es de la época de los casetes, recordará que para escuchar “en repetición” tenía que sacar el casete del reproductor y rebobinar, con cálculo incluido. Con los discos compactos quizá era un poco más fácil, pero de todas maneras no todos tenían el disco con la canción que querían. La otra opción era la radio: había que llamar y esperar que nuestra petición hubiera sido atendida.

Pienso que esa dificultad hacía que cada vez que escuchábamos la canción fuera valiosa. Y queríamos prestarle atención a los detalles, a la letra, los instrumentos y la voz. Éramos, entonces, más contemplativos. Puede que ahora sea más trivial.

Lo mismo sucede con las películas y hasta con los libros. Y, además de todo, el mundo mercantilista y competitivo en el que vivimos ha convertido a las personas en cajas registradoras de cuántas películas ha visto o cuantos libros ha leído en el año. Incluso hay quien compite, en relativo secreto, por cuántas horas de música escuchó. No se trata del número de horas, películas o libros; se trata de la huella que deja, por ejemplo, una historia en nosotros.

Pasa, incluso, en el mundo de los creadores. Considero que un creador, del tipo que sea, debe ser el primer contemplativo de su obra. No importa si se va despacio.

Ahora bien, la perorata que acabo de soltar no va sobre los productos culturales, esos me sirvieron nada más de ejemplo; en realidad esto va sobre la vida en general.

El sistema nos ha domesticado de tal forma que creemos que la vida se nos va. Es muy probable que usted, amable lector, se despierte con prisa, se bañe con prisa, cocine con prisa, coma con prisa, salga de su casa con prisa y vuelva con prisa. Y no, no lo juzgo, en todo caso aquí estamos hablando entre víctimas.

Y yo creo que esto es culpa de que entendemos el mundo como una competencia. Y alguien me dirá que no es que lo entendamos como una competencia, sino que es una. Yo diría, en todo caso, que lo hemos convertido en una competencia, pero de todos modos se trata de un sesgo. No hay nada en la naturaleza, ni humana ni de ningún otro tipo, que lo haga tal cual.

Por último, la contrariedad de no ser contemplativos es que no observamos las cosas, ni los momentos ni a las personas, por lo tanto, no las conocemos ni capturamos su esencia. Y no hay manera de convivir en paz y en justicia con aquello que no se entiende. Y bajo esa misma lógica, no hay manera de crecer ni de hacer este mundo un lugar más amigable.

Josué R. Álvarez
Josué R. Álvarez
Escritor y docente

Autor de “Guillermo, el niño que hablaba con el mar”, “Instrucciones para un taxidermista” y “De la estirpe del cacao”. Ganador del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, el Concurso de Cuentos Cortos Inéditos “Rafael Heliodoro Valle” y el Premio Nacional de Poesía Los Confines.

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