Con un anticomunismo envejecido cierra campaña

"Las elecciones deberían ser para correr por un mismo destino que dé seguridad y convivencia solidaria"

  • Actualizado: 27 de noviembre de 2025 a las 00:00

“Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada contra ese fantasma”. Aquella simple frase escrita en 1848 en el Manifiesto Comunista, por C. Marx y Federico Engels sigue teniendo una vigencia en muchos círculos políticos, religiosos y culturales del planeta, aunque la condición de utopía no ha sido superada por la realidad, considerando que, de acuerdo con lo señalado por el propio C. Marx, el comunismo es la etapa del desarrollo donde las propias clases en pugna y el mismo Estado se extinguiría. La experiencia, en la práctica, se quedó en el socialismo donde en países como China, con nuevos elementos teóricos y prácticos se ha convertido en la avanzada del desarrollo, tanto que China vendría ser ese fantasma que con Rusia asusta al mundo occidental.

Si bien es cierto hay una relación entre ideología y poder, esta relación es dinámica, y el poder, toda vez que pierde legitimidad, deja a la ideología desprovista de valores y siendo utilizada más como un fin que se agota en el interés individual y no como un medio de búsqueda del bien colectivo.

En el caso particular de Honduras, un país que no logró ni siquiera un desarrollo medio capitalista y cuyos indicadores la sitúan como una de las naciones más rezagadas de América Latina, este enfrentamiento ideológico adquiere una relevancia especial. La proximidad de las elecciones generales, que definirán quién asumirá la conducción del país en los próximos años, ha intensificado la polarización entre quienes defienden el socialismo y aquellos que se oponen firmemente a él. Una confrontación que se da en el espacio de la imaginación y en el interés de quien, por ahora, nos han condicionado una democracia tutelada.

El sentido común debería orientar a nuestros políticos de uno u otro signo a promover el desarrollo, aprovechando nuestros limitados recursos y estimulando las relaciones internacionales con todos aquellos países, independientemente de su régimen político y nivel de crecimiento. Nuestra única obligación con la comunidad de naciones del mundo debería ser exigir un mundo de paz y de no violencia.

Las elecciones a desarrollarse este 25 de noviembre son novedosas. Pocas veces las mismas habían estado tan marcadas por unos intereses tan variados que se han ido amalgamando con vocación de arraigo perpetuo.

Todo lo que ocurre alrededor de la política y particularmente en lo que se relaciona con los procesos electorales pueden llevar a pensar a cualquier analista independiente sí realmente la lucha por la democracia electoral está determinada por motivaciones de tipo ideológico o si hay otros factores más vinculados con el problema del poder, más allá de los valores de la democracia representativa.

El esfuerzo por promover el voto masivo es válido, pero lo será más cuando la ciudadanía asocie elecciones con bienestar y prosperidad. Las elecciones no deberían ser para confrontar a los hondureños, deberían ser para correr por un mismo destino que dé seguridad y convivencia solidaria.

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