Cómo se comporta un lingüista

"Un lingüista siempre estará a favor de la conservación de las lenguas amenazadas. En consecuencia, siempre estará a favor de los pueblos indígenas (cuyas lenguas son usualmente las amenazadas)”

  • 02 de diciembre de 2025 a las 00:00

Cuando comencé a escribir en este espacio firmaba mis artículos como lingüista, esa es mi profesión, de la que vivo y, esencialmente, a la que le dedico la mayor parte de mi tiempo. Me pasó, como a muchos, que ingresé al mundo de las letras con un afán literario, sin embargo, en el camino la fonética, la morfosintaxis, la semántica y la historia de la lengua terminaron por convencerme de que me dedicara a una profesión que, antes de iniciar mis estudios universitarios, ni siquiera sabía que existía.

Somos unos cuantos en este país, poquísimos si se nos compara con otras profesiones. Nos dedicamos esencialmente a dos cosas: a enseñar y a investigar, en el ínterin también ejercemos otros roles y funciones. Enseñamos y estudiamos los sistemas de las lenguas. Contrario a lo que intuitivamente podría pensarse, los lingüistas no juzgamos la forma de hablar de las personas. Sí que estamos muy atentos a las formas de hablar, pero porque nos parece interesante todo lo que en la lengua sea una variación: un sonido, un orden oracional, una palabra o el sentido de esta. En general, somos personas que amamos las palabras y, evidentemente, las lenguas.

Y tenemos una razón de peso para no juzgar a nadie por su forma de hablar: sabemos que la variación lingüística le da, en gran parte, sentido a nuestra profesión. Y que la variedad significa, en este caso concreto, mucha riqueza. Así que si está hablando con un lingüista no hay razón para que se esté autocorrigiendo ni disculpando, valoramos y nos gusta mucho la espontaneidad.

Pero no vaya usted a creer que es un asunto de “permitir todo”, cuando se trata de ortografía y de formas de redacción somos implacables. Entendemos que hay un código oral, que es mucho más flexible y cuyas variaciones son valiosísimas, y que hay un código escrito que tiene unas reglas claras. Y creo que no solamente la lingüística se trata de esta ambivalencia, sino que, en definitiva, así es la vida, hay una parte rigurosa y estricta que no negocia más allá del estilo, pero hay otra que permite una variación y es mucho más libre. Un lingüista siempre estará a favor de la conservación de las lenguas amenazadas. En consecuencia, siempre estará a favor de los pueblos indígenas (cuyas lenguas son usualmente las amenazadas) y, lo más importante, a favor de las personas que pertenecen a estos pueblos. Un lingüista trabaja en conjunto con las comunidades. Los lingüistas, como toda persona que estudia una humanidad, son personas sensibles ante los desafíos que tienen que ver con el auténtico desarrollo humano. Nuestra profesión tiene que ver no con la lógica del mercado, sino con las necesidades más profundas del ser humano. La lengua es, probablemente, nuestra herramienta más precisa y nuestra arma más letal. No valorarla y no saber usarla a nuestro favor es un notable desperdicio.

Ser lingüista es ser riguroso, como en toda ciencia. Es conocer el trabajo de los colegas y de los maestros. Saber, por ejemplo, qué se está haciendo en Centroamérica y México. Esto significa, por supuesto, muchísimas horas de lectura, algunas de ellas empantanadas, porque aunque pudiera parecerlo, la lingüística no es fácil. Ser lingüista es encontrar el camino en el laberinto de la lengua

.Ser lingüista también significa enseñar a otros a ser lingüistas, y esta vocación trasciende el salón de clases. En definitiva, es hermoso ser lingüista.

Josué R. Álvarez
Josué R. Álvarez
Escritor y docente

Autor de “Guillermo, el niño que hablaba con el mar”, “Instrucciones para un taxidermista” y “De la estirpe del cacao”. Ganador del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, el Concurso de Cuentos Cortos Inéditos “Rafael Heliodoro Valle” y el Premio Nacional de Poesía Los Confines.

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