El ejecutor del golpe de Estado del 3 de octubre de 1963, que derrocó el régimen constitucional de Ramón Villeda Morales -con saldo de muertos de alrededor de 500, de acuerdo con estimado de la revista inglesa The Economist- aspiraba a ser el candidato a la presidencia en las elecciones programadas para ese mes y año. Desistió al concluir que el ganador de los comicios sería el candidato liberal Modesto Rodas.En el mensaje a la nación el 7 de octubre, el jefe de Estado, coronel Oswaldo López Arellano, prometió el retorno al orden constitucional vía Asamblea Nacional Constituyente.
La coyuntura posgolpe le era favorable: el liberalismo con sus dos principales dirigentes exilados, la militancia perseguida, algunos liberales anuentes a colaborar con el régimen castrense, su control del poder con el respaldo de las Fuerzas Armadas, siendo su caudillo, era total, contando con el respaldo de Ricardo Zúniga, principal figura del nacionalismo, tras haber renunciado Carías a su cargo de jefe supremo, tras no haber logrado que la Convención apoyara a su hijo Gonzalo como candidato presidencial, procediendo a fundar el
Partido Popular Progresista,
de efímera vida, absteniéndose de respaldar a sus excorreligionarios.
Las negociaciones entre liberales y nacionalistas no fructificaron, al anunciar estos que si obtenían mayoría en la elección de diputados a la Constituyente, elegirían a López Arellano como presidente.
Desde su exilio costarricense, Villeda Morales advirtió en enero de 1965 que de no triunfar el liberalismo en la elección, esta sería considerada fraudulenta.
El 5 de enero de 1965 se llevó a cabo, reportando Burrows, embajador estadounidense en Honduras, que existía “amplia evidencia de opresión militar y civil en el trato con los votantes
liberales”.
El 20 de febrero, el Consejo Central Ejecutivo emitió pronunciamiento rechazando los resultados extraoficiales, dado “la brutal imposición y fraude”, ordenando que los diputados liberales no comparecieran a la Constituyente.
Tal orden no fue acatada por la totalidad de legisladores liberales, a excepción de Rodolfo Pastor Zelaya, Carlos Roberto Reina, Felipe Elvir Rojas, Enrique Rodríguez Zúniga, Leonardo Godoy Castillo, Simona Paredes y Armando Elvir Cerrato.
Estos siete fueron los únicos que para marzo mantenían su posición, el resto se integraron a la Constituyente.
Tal actitud colaboracionista, oportunista, contrastaba con la militancia que empuñó las armas en el intento golpista de 1959, promovido por Armando Velásquez Cerrato mientras las Fuerzas Armadas incumplían su obligación en defensa del régimen constitucional. También olvidaban el sacrificio de la Guardia Civil, masacrada, al ser desarmada, por orden presidencial, días antes del 3 de octubre.
Otros prominentes liberales aceptaron cargos en el nuevo gobierno confirmando el crónico divisionismo liberal.
El 23 de marzo de 1965, la Asamblea Nacional Constituyente eligió a López Arellano como presidente constitucional, ascendiéndolo a general de brigada. Diario El Día editorializaba recordando que los parlamentarios nacionalistas habían retribuido a los diputados opositores “la misma medicina que los primeros tuvieron que tragarse a regañadientes en 1957”, cuando la Constituyente eligió, en elecciones de segundo grado a “Pajarito”, excediendo sus atribuciones.
Quien desee ahondar en interioridades, consulte mi libro “Oswaldo López Arellano: dos golpes y una guerra”.