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El talento que libera y condena a la vez

ntre tantos mensajes que repletan los celulares, me llegó la conmovedora historia que leí hace tiempo y había olvidado hasta el nombre; se trata de una niña cazada como presa en los poblados de donde ahora es Senegal, en el África occidental, para venderla después como esclava en los Estados Unidos.

Solo tendría siete u ocho años cuando llegó a Boston en 1761. Allí, en el mercado de negros, la desvistieron y la palparon, le pusieron precio, algo barata porque parecía frágil y enferma. El próspero empresario John Wheatley y su familia la compraron para la servidumbre del hogar, pero pronto descubrieron en la niña sensibilidad y una inteligencia especial.

Asustada, desarraigada, lo poco que hablaba era en una lengua incomprensible, no pudo decir su nombre, y la llamaron Phillis, como el barco que la trajo, y la costumbre daba a los esclavos el apellido de su amo. Los hijos de la familia aprovecharon el talento evidente de la niña para instruirla, educarla.

Phillis Wheatley aprendió inglés, a leer y escribir, además latín, astronomía, geografía, historia, religión, literatura, y más raro para una esclava, también empezó a escribir poesía. Leía con devoción la biblia, lo mismo que a los clásicos ingleses, John Milton y Alexander Pope, o a los griegos y latinos, Virgilio, Homero, Ovidio.

Sus primeros poemas, sobre todo elegías, se publicaron en folletos de Boston y luego en Newport y Filadelfia, y más tarde en Londres, ganándose el reconocimiento en el mundo anglosajón; pero aquella sociedad blanca y brutal no podía creer que una esclava negra escribiera, y la llevaron a un tribunal para que demostrara que su poesía no era plagio ni robo, y lo hizo. Todavía era esclava.

Su ejemplo sirvió a los abolicionistas en su lucha. Conoció a George Washington. Con su poesía consiguió la libertad y el rechazo de los esclavistas. Llegó la guerra de Independencia. La familia Wheatley decayó y quedó sin sustento. Se casó y tuvo tres hijos que murieron pequeños.

Phillis Wheatley, abandonada por su marido, destrozada por la muerte de sus hijos, enferma y empobrecida hasta la miseria, murió a los 31 años, la enterraron en una tumba sin nombre. La primera persona esclava en publicar una obra, un único libro “Poemas sobre diferentes temas, religiosos y morales”, otros textos se perdieron en el tiempo.

Como siempre, como entonces, como ahora, el talento, la creatividad, la inteligencia, se subyugan, discriminan, para dar espacio a la superficialidad, lo fútil, lo efímero y digerible; cuántas personas en nuestro entorno, en nuestro país, con intelecto, perspicacia, clarividencia, son relegadas a segundos y terceros puestos, o a la invisibilidad, porque no se ajustan al sistema.

Solo una sociedad con valores invertidos privilegia la astucia, la trampa, sobre la razón y la justicia. No es un mundo perfecto, pero ojalá algún día las cosas cambien, aunque sea un poquito