Quirófanos en cuidados intensivos

En Honduras hay un 28% de los quirófanos del sistema público que están inhabilitados

  • 28 de agosto de 2025 a las 00:00

En Honduras siempre tenemos el talento de convertir la tragedia en rutina y la rutina en noticia. Hace poco nos desayunamos con el dato de que el 28% de los quirófanos del sistema público están inhabilitados. Sí, cuarenta y una salas quirúrgicas que permanecen cerradas, como si fueran bodegas abandonadas, mientras miles de pacientes aguardan una operación que podría devolverles calidad de vida, o incluso salvarles la existencia. La Secretaría de Salud ha prometido que para diciembre la mora quirúrgica será “cero”. Suena tan alentador como escuchar que Santa Claus llegará con todos los regalos que pedimos. El detalle -mínimo, por supuesto- es que los quirófanos no funcionan, los insumos escasean y el personal médico trabaja al borde del colapso. Pero, ¿qué más da? Aquí las promesas políticas suelen desafiar la lógica médica y hasta la física. El absurdo es evidente: quirófanos cerrados y un plan que busca aumentar el número de cirugías semanales. Es como querer ganar una carrera con el carro en el taller. O como pretender que un cirujano opere con un bisturí imaginario porque el real nunca llegó a la mesa. La ironía de nuestra realidad es que mientras se calculan porcentajes, se elaboran discursos y se imprimen informes, los pacientes siguen en lista de espera, sufriendo dolores que no entienden de estadísticas ni de plazos burocráticos.

Lo más grave es que ya nos acostumbramos. Leemos que hay decenas de quirófanos inservibles y apenas levantamos la ceja. Tal vez porque hemos normalizado que la salud sea un lujo y no un derecho. Quizás porque creemos que prometer “cero mora” basta para borrar los pasillos llenos de enfermos resignados. Pero detrás de cada quirófano cerrado hay historias: madres que esperan una cesárea programada, ancianos que necesitan una prótesis, niños que requieren cirugías urgentes. Historias que no caben en un boletín de prensa, pero que gritan desde cada cama de hospital. La ironía final es que hablamos de quirófanos como si fueran simples cuartos con luces y camillas, cuando en realidad representan la delgada línea entre la vida y la muerte.

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