Ejercicio de empatía

Cada expediente judicial encierra una historia de vida, un sufrimiento o una necesidad que requiere atención

  • 01 de noviembre de 2025 a las 00:00

Realizar la práctica profesional como estudiante o profesional del derecho no debe entenderse únicamente como un requisito académico o una rutina de asistencia a los juzgados. Más allá de la presencia física, esta etapa representa un proceso formativo esencial en el que el futuro abogado aprende a comprender la dimensión humana que subyace en cada conflicto jurídico. En efecto, ejercer el derecho implica no solo aplicar normas, sino también desarrollar una sensibilidad ética y social frente a las realidades de las personas que buscan justicia.

El abogado, en su papel de intermediario entre la ley y el ciudadano, debe cultivar la empatía como una de sus principales virtudes profesionales. Cada expediente judicial encierra una historia de vida, un sufrimiento o una necesidad que requiere atención. Por ello, el profesional del derecho no puede limitarse a la interpretación técnica de las leyes, sino que debe procurar entender el contexto emocional y social de quienes acuden en busca de ayuda. La empatía, en este sentido, fortalece la confianza entre abogado y cliente, y permite que la defensa o representación legal sea más humana, justa y efectiva. Asistir a los juzgados es importante porque permite conocer la dinámica real del sistema judicial: observar audiencias, aprender de los procedimientos, interactuar con jueces, fiscales, defensores y otros actores del proceso.

Sin embargo, el verdadero aprendizaje surge cuando se comprende que cada acción jurídica tiene repercusiones profundas en la vida de las personas. Por eso, el ejercicio del derecho debe ir acompañado de compromiso social, respeto, ética y sensibilidad hacia quienes se encuentran en situación de vulnerabilidad. Es por eso que la práctica profesional del derecho no se limita a cumplir horarios o presentar documentos; se trata de formar un carácter íntegro, responsable y empático. Ser abogado es ser un servidor de la justicia, y eso implica ponerse en el lugar del otro, escuchar con atención y actuar con equidad. Solo así la práctica jurídica se convierte en un verdadero servicio a la sociedad y en una herramienta para construir un país más justo y humano.

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