Los anuncios de que de pronto los brasileños se convierten en los buenos de la película que ofrecen reparar los aviones de FAH y hasta donar “una flota” resultan muy llamativos.
Y más todavía que se pretenda convencer a los hondureños de que la fuerza militar aérea puede ser efectiva para ponerle fin al ingreso de drogas a Honduras.
Lo irónico es que los otrora buenos de la película, los gringos, sean los que no están de acuerdo en que los aviones de combate hondureños derriben aeronaves sospechosas de narcotráfico.
Pero más allá de la propaganda con la que tratan de endulzarnos el oído, lo cierto es que ni siquiera los gringos con todos sus espectaculares y multimillonarios recursos económicos y la alta tecnología de sus aviones y de rastreo aéreo, marítimo y terrestre, han logrado impedir que entren a su territorio las miles de toneladas de drogas que necesitan para satisfacer a sus insaciables drogadictos.
Allí está la contradicción o más bien la falsedad de los argumentos que escuchamos en estos días.
Claro, cuando los fabricantes de armas, de aviones, de barcos, andan promocionando sus productos como solución de los problemas de la delincuencia común u organizada, del terrorismo, ellos están pensando más en el beneficio que obtendrán sus fábricas que en cualquier otra cosa.
Muchos allá en las alturas del poder siguen pensando que los gobernados son solo una manada que se va a creer todo lo que ellos les digan.