Por Julie Satow / The New York Times
Nueva York es una ciudad llena de fastuosos hoteles. Pero durante casi una década, quizás su hotel más famoso, el Waldorf Astoria, ha permanecido cerrado, con su fachada art deco oculta tras andamios de triplay.
Ahora, tras un cambio de propietario, una pandemia y una minuciosa renovación, el hotel reabrirá sus puertas el 1 de septiembre.
“El Waldorf siempre ha sido un reflejo de Nueva York”, dijo el historiador David Freeland. “Me gustaría pensar que su reapertura simboliza el regreso de un gran espacio público en la vida de la Ciudad”.
Construido inicialmente como dos hoteles, el Waldorf y el Astoria, en terrenos contiguos justo debajo de la calle 34 en la Quinta Avenida, el hotel cerró en 1929 para dar paso al Edificio Empire State. Unos meses después —y apenas unos días antes del crack de Wall Street de ese año— los propietarios llegaron a un acuerdo para mudarse a su ubicación actual, una manzana entera entre las calles 49 y 50, desde Park Avenue hasta Lexington Avenue.
En 1931, el Waldorf-Astoria (el hotel eliminó el guion en el 2009) reabrió sus puertas como un rascacielos de piedra caliza de 47 pisos con casi 2 mil habitaciones, cada una equipada con una bocina para que los huéspedes pudieran escuchar lo que sucedía en el Gran Salón del hotel, donde Frank Sinatra cantaba y Albert Einstein daba conferencias.
El hotelero Conrad Hilton aspiró muchos años a ser dueño del Waldorf-Astoria, calificándolo como “el máximo de todos”, y en 1972, su empresa adquirió la propiedad. En el 2014, Hilton lo vendió a la firma china Anbang Insurance Group por 1.95 mil millones de dólares, la venta hotelera más cara en la historia a la fecha. Hilton retuvo un contrato a 100 años para seguir administrándolo.
En el 2017, Anbang cerró el hotel para remodelarlo y convertir las plantas superiores en condominios. Sin embargo, en el 2020, tras ser acusado por el Gobierno chino de delitos económicos, Anbang se declaró en quiebra y la propiedad fue transferida a Dajia Insurance Group, también firma china y matriz de Strategic Hotels & Resorts, un grupo hotelero de lujo con sede en Chicago.
Sólo 5 mil 800 metros cuadrados de los 150 mil metros cuadrados del edificio están declarados monumento histórico por la ciudad de Nueva York, y gran parte del resto del edificio ha sido rediseñado en lo que Andre Zotoff, director ejecutivo de Strategic Hotels & Resorts, describe como una inversión multimillonaria.
En su interior, neoyorquinos y visitantes encontrarán relucientes y renovados a muchos de los elementos más notables del Waldorf. Otros detalles son nuevos, pero reflejan las intenciones de los arquitectos originales, Schultze & Weaver, quienes no pudieron ejecutarlos debido a limitaciones de costo o técnicas.
Al cruzar las puertas de bronce y metal con filigrana de la entrada del hotel en Park Avenue y subir la imponente escalinata, los huéspedes encontrarán el mosaico de mármol “Rueda de la Vida”, realizado con 148 mil piezas de piedra por el artista francés Louis Rigal, ahora pulido hasta quedar reluciente, con figuras que representan las etapas de la vida, desde el nacimiento hasta la muerte.
El Peacock Alley, que originalmente se refería al corredor que conectaba los hoteles Waldorf y Astoria en la Quinta Avenida y que debía su nombre a los huéspedes que lo recorrían en sus elegantes atuendos, ha sido restaurado en gran parte a su diseño de 1931.
El reloj Waldorf, encargado por la Reina Victoria para la Exposición Mundial Colombina de 1893, también conocida como la Feria Mundial de Chicago, y que ha sido un elemento característico del hotel desde sus inicios en la calle 34, ha sido limpiado impecablemente.
Los cocteles tienen una larga tradición en el Waldorf, y el bar del hotel original en la Quinta Avenida era un lugar de encuentro popular antes de que lo retiraran al comienzo de la Ley Seca, el periodo de 1920 a 1933 cuando se prohibió el alcohol en Estados Unidos. La versión actual del bar del hotel cuenta con un revestimiento de pared que muestra pájaros sobre un fondo dorado brillante.
El Corredor Plateado, en el tercer piso, conecta espacios para eventos, como el Gran Salón, el Salón Astor y el Salón Basildon. Inspirado en la Sala de los Espejos de Versalles, el Corredor Plateado es una panoplia de herrería, espejos con incrustaciones y murales.
Cuando el hotel cerró en el 2017, contaba con más de mil 400 habitaciones. Actualmente, sólo cuenta con 375, con 372 condominios privados en las plantas superiores. La mayoría de los interiores, diseñados por Pierre-Yves Rochon, superan los 53 metros cuadrados; la habitación más pequeña mide el doble que las habitaciones originales del hotel. Las tarifas parten de los mil 500 dólares por noche.
El Gran Salón también reluce de nuevo. Los palcos redondeados de los balcones donde la multitud celebró el Día Último del Año bailando al ritmo de Guy Lombardo y sus Royal Canadians brillan con hoja de plata.
Está ausente el enorme candil de cristal que colgaba del techo de 13 metros del salón de baile, cubriendo y dañando los paneles decorativos de yeso y metal. La iluminación indirecta que emana de tres molduras ocultas en el techo ahora proyecta una luz atmosférica. El equipo de diseño descubrió las molduras en los planos originales y supuso que nunca se terminaron debido a dificultades técnicas.
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