Por: Jonathan Wolfe | The New York Times
ATHERSTONE, Inglaterra — En Inglaterra, el martes antes de la Cuaresma se celebra tradicionalmente comiendo una pila de hotcakes.
Pero en el pequeño pueblo de Atherstone, los lugareños se reunieron para un ritual más sangriento: a las 15:00 horas en la calle principal, una enorme pelota de cuero fue arrojada desde la ventana del segundo piso de la oficina de un agente de hipotecas, y docenas de hombres rugieron mientras se apilaban encima de ella.
Golpeándose y empujándose mientras intentaban hacerse del balón, emergieron del montón con raspones y rostros inflamados. Un joven jugador sonrió a los espectadores, revelando una boca llena de frenos ensangrentados.
Este es el Juego de Pelota Atherstone, una tradición de 826 años que es uno de un número cada vez menor de juegos de futbol antiguos practicados en Gran Bretaña el Martes de Carnaval. Se dice que el Rey John celebró el primer partido de la Ciudad, entre Leicestershire y Warwickshire, en 1199. Ofreció una bolsa de oro al ganador, cuenta la historia, creando una competencia frenética cuyo espíritu perdura.
Los lugareños suelen decir que sólo hay dos reglas: mantener el balón en Long Street, la calle principal, y no matar a nadie (aunque los organizadores dicen que la regla de no matar es una exageración). Los participantes patean y llevan el balón por la calle durante dos horas. En los minutos finales, luchan por la posesión del balón hasta que suena una bocina, terminando el juego.
El ganador: quien tenga el balón al final. Empujones, patadas, mordiscos, puñetazos —la mayoría de los usos de la fuerza, en realidad— se valen, sobre todo en los frenéticos momentos finales. Por lo general, todos los participantes son hombres.
Miles de espectadores presenciaron el partido. Los escaparates habían sido tapiados con tablas para evitar daños. Drones policiales sobrevolaban el lugar. Éstos y unas cuantas docenas de policías estaban allí para vigilar a cualquiera que pudiera usar el partido como “pretexto para actos criminales”, informó la Policía de Warwickshire.
La empresa Choice Response contaba con ocho paramédicos y una ambulancia en el evento. Pero las heridas más graves que atendieron fueron una conmoción cerebral leve y un corte leve en la cabeza, que un espectador dijo inicialmente parecía como si la víctima “tuviera la mitad de la cabeza decapitada”.
Los espectadores rodearon a los competidores, sólo para correr y gritar cuando el balón se les acercaba demasiado. Uno de los árbitros, llamado jefe de comisarios, pausaba el partido cada pocos minutos para que los niños patearan el balón y posaran para fotos.
Noel Johnston, de 57 años, uno de los comisarios, comentó que muchos forasteros malinterpretaban el partido, pues veían su violencia, pero no su impulso al orgullo cívico. El partido era particularmente importante ahora, afirmó. “Tenemos que aferrarnos a nuestras tradiciones”.
Mientras el reloj se agotaba, los hombres se peleaban el balón, dando patadas y puñetazos. Un joven se subió al toldo de un café, pero la estructura cedió y cayó, junto con una lámina de metal, sobre los hombres que estaban abajo. La multitud vitoreó.
Finalmente, sonó la bocina. Marcus Cooper, un obrero de la construcción de 31 años que había pasado 40 minutos en la parte inferior del montón, emergió como el ganador. Estaba “cansado, pero con mucha energía”, dijo.
¿Su premio? El balón y la adoración del pueblo durante los próximos 12 meses.
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