Por: Keith Bradsher | The New York Times
GUANGZHOU, China — Cerca del Río de las Perlas, en el sur de China, talleres producen ropa barata que se exporta directamente a hogares y pequeñas empresas en todo el mundo. No se pagan aranceles ni se realizan inspecciones aduaneras. Es una de las industrias de más rápido crecimiento del mundo.
Los trabajadores ganan sólo 5 dólares la hora, incluyendo horas extras, en jornadas laborales que pueden durar 10 horas o más. Pagan 130 dólares al mes por dormir en literas en diminutas habitaciones arriba de las fábricas.
Los gigantes del comercio electrónico han forjado vínculos estrechos entre los mercados internacionales y estos trabajadores, cimbrando al comercio minorista y las economías del mundo.
El número de envíos libres de impuestos a Estados Unidos se ha más que multiplicado por 10 desde el 2016, a 4 millones de paquetes al día el año pasado. Envíos similares a la Unión Europea han aumentado aún más rápido, alcanzando 12 millones de paquetes diarios el año pasado.
Ahora se está produciendo una reacción negativa global. El Presidente Donald J. Trump ordenó el 4 de febrero suspender la entrada libre de impuestos y sin inspección, de paquetes con mercancías por un valor de hasta 800 dólares. Sin embargo, la acción resultó compleja de implementar, y Trump la ha suspendido en gran medida.
El verano pasado, Sudáfrica impuso aranceles del 45 por ciento a hasta las importaciones más pequeñas de ropa. Tailandia puso fin a su exención fiscal para los paquetes importados de bajo valor, aunque sigue permitiendo la entrada libre de aranceles de paquetes de hasta mil 500 bahts tailandeses (44 dólares). Y la Comisión Europea, el brazo ejecutivo de la Unión Europea, propuso el mes pasado poner fin al trato libre de aranceles del bloque de 27 naciones para los paquetes de hasta 150 euros (156 dólares).
Este rincón del sur de China ha sido un centro de fabricación de bajo costo para la exportación desde la década de 1980, especialmente de ropa. Pero el auge del comercio electrónico en todo el mundo ha creado una demanda cada vez mayor por estos llamados envíos de minimis —paquetes de bajo valor que los servicios de aduanas no inspeccionan ni calculan aranceles.

Guangzhou se ha convertido en el centro global de los envíos de minimis. Shein y Temu, gigantes rivales chinos del comercio electrónico que juntos controlan al menos un tercio de la industria de minimis, coordinan gran parte de sus cadenas de suministro desde grandes oficinas allí. Shein colabora con 5 mil talleres y pequeñas fábricas en China.
Amazon también ha lanzado su propio negocio de minimis, Haul, para envíos desde China.
Li Zhi, dueña de un taller en Guangzhou, comentó que el negocio ha sido difícil, en parte porque la escasez de trabajadores en las fábricas ha elevado el precio actual por día de trabajo a casi 70 dólares, contra 48 dólares hace cuatro años.
“El negocio se deteriora cada año”, dijo Li. “Hay cada vez menos trabajadores”.
Las ventajas competitivas de la industria exportadora de minimis van más allá de evitar aranceles e inspecciones. Más del 90 por ciento del algodón de China se cultiva en la región de Xinjiang. Muchos gobiernos occidentales han comenzado a restringir o prohibir las importaciones con cualquier contenido procedente de Xinjiang tras las detenciones masivas realizadas allí por las agencias de seguridad chinas y la evidencia de trabajo forzoso entre los grupos étnicos predominantemente musulmanes de la región, en particular los uigures.
Los hogares y las pequeñas empresas que compran paquetes de minimis de China tienen la responsabilidad legal de asegurarse de que sus paquetes no contengan algodón ni ningún otro contenido procedente de Xinjiang. Las grandes cadenas minoristas, en cambio, suelen cumplir con la legislación de Xinjiang cuando importan grandes contenedores de ropa. Los dueños de talleres en Guangzhou afirmaron desconocer de dónde obtenían el algodón sus proveedores de telas.
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