Por Farnaz Fassihi, Sanam Mahoozi y Leily Nikounazar/ The New York Times
Algunos de los embalses más profundos de Irán se han reducido a estanques someros. La presión del agua ha sido tan baja en algunas ciudades que los grifos de los edificios de departamentos están secos durante horas. La gente busca desesperadamente tanques de agua y acapara cada gota que encuentra.
En medio de temperaturas abrasadoras, Irán enfrenta una grave crisis de agua, aunada a un desabasto de energía de meses que ha provocado cortes diarios programados de electricidad en todo el País. Los iraníes, que aún se están recuperando de una guerra de 12 días con Israel y Estados Unidos en junio, ahora deben afrontar la vida sin servicios básicos.
El Gobierno anunció recientemente que muchos embalses, en particular los que abastecen de agua potable a Teherán, la capital, se estaban secando. Se prevé que el suministro de agua para Teherán se agote en pocas semanas, informaron las autoridades, rogando a la población reducir el consumo de agua.
“Si no tomamos decisiones urgentes hoy, enfrentaremos en el futuro una situación irremediable”, dijo el Presidente Masoud Pezeshkian en una reunión de gabinete el 21 de julio.
El mes pasado, la Compañía Provincial de Agua y Aguas Residuales de Teherán anunció que había reducido la presión del agua a niveles tan bajos que en Teherán —una ciudad de 10 millones de habitantes, muchos de los cuales viven y trabajan en rascacielos— el agua no podía fluir más allá del segundo piso de los edificios de departamentos.
Muchas personas y edificios se han apresurado a comprar tanques de agua, con la esperanza de almacenar la poca agua disponible.
El efecto acumulativo de una crisis tras otra —desde guerra e inflación desorbitada hasta cortes de agua y electricidad— tiene a muchos iraníes impactados. En entrevistas y publicaciones en redes sociales, afirman que sienten que su País está en caída libre y cuestionan la capacidad del Gobierno para revertir la situación.
“Es necesario reformar la gobernanza de la electricidad y el agua”, declaró Hamidreza Khodabakhshi, presidente del sindicato de ingenieros hidráulicos de la provincia de Juzestán, en una entrevista telefónica. “Los llamados reiterados a la conservación pública —sin acción de las autoridades— ponen la culpa injustamente en los ciudadanos”.
Los expertos ambientales afirman que la crisis del agua se deriva de décadas de mal manejo de los recursos hídricos y otras políticas erróneas, como el desarrollo excesivo de zonas urbanas, el drenaje de aguas subterráneas para la agricultura y la construcción excesiva de presas. Irán también ha canalizado agua a las regiones desérticas centrales para abastecer a industrias que consumen grandes cantidades de agua, como la siderúrgica, propiedad del Gobierno.
Irán ya era propenso a las sequías, pero el cambio climático está empeorando la situación. El Ministerio de Energía afirma que las precipitaciones anuales en los últimos cinco años han disminuido de unos 28 centímetros a menos de 15, provocando la peor sequía en 50 años.
Los exuberantes humedales se han convertido en lechos resecos de tormentas de arena y polvo, y los pozos se han secado. Los cultivos y el ganado han estado muriendo. Algunas partes del País se están hundiendo a un ritmo alarmante tras vaciarse los acuíferos —algunas áreas de Teherán se están hundiendo más de 30 centímetros al año, reportan las autoridades.
Negin, de 28 años y madre de dos hijos, vive en la ciudad sureña de Bushehr, donde las temperaturas promedian más de 49 grados centígrados en verano. (Como todos los iraníes entrevistados para este artículo, Negin pidió que no se publicara su apellido por temor a represalias). Recientemente sólo había habido agua corriente unas cuantas horas al día en su vecindario, comentó. Y usar el aire acondicionado a menudo ha sido imposible debido a los cortes de electricidad diarios.
“¿Cómo se supone que debamos vivir así?”, preguntó.
© 2025 The New York Times Company