Por Amelia Nierenberg | The New York Times
Cuando Karen Dulong comenzó a planear su boda el invierno pasado, tenía la intención de dar el “sí, acepto” el 8 de marzo. Quería celebrar el Día Internacional de la Mujer y el sexto aniversario de cuando le dijo a su pareja que le gustaba mucho.
Así que llamó al Ayuntamiento de Copenhague, donde viven ella y su pareja, cuando se abrió el plazo de inscripción para reservar un espacio. Inmediatamente terminó decepcionada.
“Ya estaba reservado”, dijo Dulong, de 28 años, propietaria de una galería. “¿Cómo es posible que ya estuviera reservado?”.
Dulong no es la única novia en encontrar rebasado al Ayuntamiento. En los últimos años, parejas extranjeras han acudido en masa a Dinamarca, en parte porque requiere menos documentos que otros países.
“Hay tanta gente de otros países que viene a Dinamarca para casarse; es una locura”, dijo Cecilie Julbo, organizadora de bodas danesa.
La competencia se ha vuelto tan intensa que las autoridades danesas han tenido dificultades para dar cabida a todos los que desean una boda civil, impulsando a Copenhague a anunciar en junio que reservaría plazas para los lugareños.
Esto ocurrió después de que las autoridades descubrieron un vergonzoso error. Desde el 2018, Copenhague había cobrado inadvertidamente a casi 15 mil parejas, muchas de ellas extranjeras, alrededor de 3.6 millones de dólares en cuotas ilegales por sus bodas.
A la mayoría se le cobró por bodas celebradas en el Ayuntamiento fuera del horario habitual. Pero la ley danesa dice que todos deben poder casarse en el Ayuntamiento de forma gratuita, escribió Niels Peder Ravn, miembro del Ayuntamiento, en un correo electrónico.
Copenhague eliminó las cuotas. El mes pasado, presupuestó fondos para reembolsos. También añadió fondos para aumentar el número de bodas civiles de 8 mil a 10 mil el próximo año.
Sin embargo, el error puso de relieve la presión que las bodas internacionales han ejercido sobre la Ciudad y los residentes que desean casarse en el Ayuntamiento.
Duong encontró a alguien que oficiara su boda civil en su fecha ideal. Pero Ida Rud, una periodista danesa, tuvo dificultades para encontrar una opción.
En la primavera del 2023, tras quedar embarazada, buscó una fecha en el verano: “Pensé que podría ser algo espontáneo”, dijo Rud, de 43 años y residente de Copenhague.
No había sábados libres en el Ayuntamiento hasta noviembre, mucho después de la fecha prevista del parto. Reservaron el primer sábado disponible. Pero al acercarse la fecha, su suegro ingresó en cuidados paliativos. Cancelaron la boda. Falleció aproximadamente una semana después.
“Simplemente no pudimos encontrar una fecha que nos funcionara”, dijo Rud, quien se casó en el 2024. “Tuvimos que avenirnos”.
En el caso de muchas parejas extranjeras, casarse en otro lugar es difícil. Algunas son parejas homosexuales cuyos gobiernos no permiten las bodas entre personas del mismo sexo. Otras son refugiadas que no pueden viajar a casa sin peligro para obtener los documentos que exigen otros países.
Katsiaryna Abramava, una bielorrusa residente en Polonia, habría tenido que conseguir documentos en Bielorrusia, donde temía ser arrestada por sus ideas políticas. Así que se casó en Copenhague.
“Fue el mejor día de nuestras vidas”, dijo.
© 2025 The New York Times Company