Cocina en refugio de NYC une migrantes con comidas caseras
En un refugio de NYC, migrantes cocinan comidas caseras y encuentran comunidad. La cocina del centro ROCC se convierte en un espacio de esperanza y solidaridad
- 14 de agosto de 2024 a las 00:00
Por: Winnie Hu | The New York Times
Una mujer con un hiyab rojo y una amplia blusa amarilla colocó pollo bañado en aceite para crujir en una olla de tamaño industrial antes de cubrirlo con zanahorias, papas, repollo y berenjenas. Entró en acción la alquimia y la mezcla poco a poco se convirtió en un guiso fragante.
La mujer, Oumou Doumbouya, aprendió a cocinar este festín de pollo de su madre en su tierra natal de Guinea, en África occidental, y solía prepararlo para cumpleaños y bodas. Esta vez, dijo, la ocasión especial fue simplemente poder cocinar de nuevo. Ella llegó con su familia a la ciudad de Nueva York en octubre del 2022 después de cruzar la frontera sur, y el refugio donde se alojan no tiene una cocina que pueda utilizar.
Así que acudió a la estrecha cocina del sótano de la Iglesia Bautista Metro, en Midtown Manhattan. La cocina es la magia detrás de un centro dirigido por voluntarios que ha ayudado a miles de inmigrantes a empezar de nuevo. Llamado ROCC —siglas de Recursos, Oportunidades, Conexiones, Comunidad— el centro abrió hace un año y se mantiene principalmente con pequeñas donaciones.
Migrantes de más de una docena de países han trabajado codo a codo en la cocina, disfrutando y enorgulleciéndose tanto de su cocina como de compartir los sabores de sus países de origen. El centro ha creado una comunidad estrecha que se ha convertido en un contrapunto a los refugios rebasados, la burocracia y las protestas antiinmigrantes de la crisis migratoria de la Ciudad.
“A dondequiera que vayas en este mundo, puedes crear tu propia familia”, dijo Ibrahima Sow, el esposo de Doumbouya, quien es voluntario en el centro.
Los migrantes, que se enteran del centro de boca de otros, acuden en busca de ayuda con las credenciales de identidad de la Ciudad, el seguro médico y cuestiones de inmigración. Se quedan para disfrutar de comidas calientes y recién hechas, y la oportunidad de cocinar en una cocina donde todos son bienvenidos, lo que les brinda un respiro de las dificultades de su vida diaria.
La pequeña organización sin fines de lucro que opera el centro, Artistas Atletas Activistas, se inmiscuyó en la crisis migratoria sin empleados remunerados, pocos recursos financieros y no mucho más que los deseos de sus miembros de hacer algo bueno.
“Todo lo que entra sale, así operamos”, dijo Power Malu, artista de hip-hop y activista comunitario que fundó el grupo. “No tenemos el lujo de quedarnos con recursos. Intentamos utilizarlos tan pronto como tenemos acceso a ellos”.
El día que preparaba su guiso, Doumbouya, de 26 años, levantó a su hija de 1 año, Khadijatou, y se la colocó en la espalda, amarrada en una manta de bebé.
Mientras Doumbouya cocinaba, Sow estaba arriba dando la bienvenida a migrantes al centro.
Sow, de 40 años, y Doumbouya provienen de una gran familia musulmana en Dubréka, un poblado en el oeste de Guinea. Su difunto padre, dueño de una sastrería, tuvo cuatro esposas y 14 hijos. La pareja había trabajado para el negocio familiar.
En Nueva York, los migrantes en la cocina preparan más de 100 comidas al día con un presupuesto reducido de aproximadamente 250 dólares.
Cualquiera que quiera cocinar puede hacerlo y no se necesitan conocimientos culinarios. La comida es más casera que elegante. Sin embargo, los postres son otra historia.
Jean Rodríguez hornea deliciosos pasteles de piñita y tres leches gracias a un cuaderno de recetas escritas a mano que llevó desde Venezuela a través del Tapón del Darién. Mantiene el cuaderno envuelto en lino blanco y lo desenvuelve con cuidado en la cocina.
Rodríguez, de 51 años, dijo que no conocía a nadie cuando llegó a Nueva York en diciembre y se deprimió sentado en un refugio. “Cuando estoy solo, empiezo a pensar: ¿Por qué vine aquí?”, dijo.
Pero Rodríguez, que cocinó en restaurantes en Venezuela durante más de 20 años, encontró esperanza y un propósito renovado en la cocina.
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